domingo, 20 de diciembre de 2020

Las cartas de Pérez Galdós a Pardo Bazán.

Comparaciones necesarias y aclaraciones fundamentales  



 
    En las recientes noticias sobre las cartas de Benito a Emilia que se han convertido en novela de misterio, surgen voces disonantes sobre la veracidad de todo lo que se cuenta. Inmersos en encontrar la procedencia cierta de este legado, nos encontramos con robos, afirmaciones dudosas, recuerdos lejanos y rumores seguramente distorsionados por el paso del tiempo. 

    Mientras no se conozca más sobre este asunto o consigamos comprobar la autenticidad de los documentos, no podemos negar ni ignorar lo que se cuenta, pero tampoco convertirlo en una verdad categórica. Por eso es necesario analizar este asunto sobre una base más consistente, olvidando -si es posible- la frase que parece haber quedado grabada en la memoria del librero Guillermo Blázquez. 

 

Leer a Galdós 

    Los datos ofrecidos por el reputado librero a la Cadena SER corresponden a sus recuerdos de hace unos treinta años. Acostumbrado a ver documentos antiguos, indica que pudo leer en pocos minutos unas cartas de Galdós. Señala, además, que «Me mostraron un estuche con las cartas, calculo que habría entre 70 y 80» y que algunas tenían «el sello de las Cortes», dato irrelevante porque, a estas alturas, la mayoría de la gente sabe que Galdós fue diputado a Cortes por Puerto Rico entre 1886 y 1890; después por Madrid en las legislaturas 1907-1910, 1910-1914 y por último diputado por Las Palmas de Gran Canaria: 1914-1916. Algunos de estos periodos se corresponden con la relación de amistad y después amorosa con Emilia Pardo Bazán. Incluso existen unas cartas de doña Emilia dirigidas al escritor entre 1907 y 1915. 

 

 

    El siguiente audio es una síntesis de la entrevista, quizá muy desenfadada para la importancia de la noticia. 

 

    Leer la letra de Galdós es tarea complicada, y mucho más reconocer de carrerilla el contenido de un manuscrito suyo. Así lo han asegurado personalidades del mundo galdosiano que estudiaron profusamente el epistolario durante muchos años. Ellos, así como los herederos del escritor, pueden diferenciar las cartas oficiales de las sentimentales, o dirigidas a amigos, por el tratamiento que utilizaba Galdós en cada una de ellas. Esto no quiere decir que se dude de la profesionalidad del señor Blázquez, pero muy a la ligera ofrece la frase sobre los gustos gastronómicos de Galdós, aunque se justifique restándole importancia.

    Sebastián de la Nuez decía de la letra de Pérez Galdós al referirse a su correspondencia con Teodosia Gandarias (ver vídeo en este trabajo): 
    «Resulta un documento importante porque están todas las cartas copiadas e interpretadas, o sea, tenía una letra [Galdós] muchas veces infernal, que nos ha costado bastante trabajo deducir cual es su texto verdadero». 

 

Cartas íntimas 

    Mucha gente es partidaria de que las cartas íntimas de Pérez Galdós a Pardo Bazán no se publiquen. Ni el propio Galdós lo hubiese aprobado, puesto que era muy discreto y tomaba todas las precauciones; incluso la de pedir a los destinatarios que se las devolvieran o las destruyeran. A este respecto, leemos dos cartas muy significativas escritas por Galdós a Concepción Morell en 1892:

«¿Apostamos a que no has hecho lo que te dije de romper las cartas? Si no lo has hecho, hazlo por favor, no seas descuidada; aprende a vivir. Cuando me contestes di si has roto los papeles […] Romperás las cartas y esta principalmente, después de enterarte». 

«La carta que te mando es de amigo, pero de amigo que se interesa por ti, de amigo cariñoso. No puede ser de otra manera. Carta de amante no puede ser. No sé cómo se te ha ocurrido tal disparate. Porque las cartas de amor no se enseñan». 

    Por Emilia Pardo Bazán sabemos que a ella también se lo había pedido, o al menos le había indicado que se las “restituyera”. 

    La devolución o destrucción pudo ocurrir, por ejemplo, con la correspondencia de Teodosia Gandarias a Galdós. Sebastián de la Nuez decía en un vídeo publicado en Cervantesvirtual: 
    «Pero actualmente yo tengo, se han ido comprando otras colecciones, que han ido aumentando el valor de ese epistolario. Es Galdós a Teodosia, las de Teodosia a Galdós se perdieron. O las rompieron, porque son muy íntimas, son realmente preciosas». 
 
    Se refiere a las conservadas por la hija del escritor: 
    «Uno de mis hallazgos más importantes fue una última compra que se había hecho a la hija de Don Benito Pérez Galdós y que estaba escondida en un baúl y los herederos, los nietos y los biznietos, vendieron todo lo que estaba allí». 

 

 

    En efecto, aquel baúl salió de la calle Velázquez, 15, residencia de Benito Verde Pérez-Galdós, con destino a la Casa-Museo. Iba acompañado por el retrato de Galdós pintado por Joaquín Sorolla, la carátula de Voltaire. 

    María Pérez-Galdós Cobián tuvo amistad con Teodosia Gandarias. Tal fue el afecto profesado, que los gastos del entierro de Teodosia los costeó la hija del escritor. Recordemos que Galdós la había incluido en su testamento, pero, desgraciadamente, ella falleció el 31 de diciembre de 1919 y Don Benito cuatro días después. 

    María recibió de los familiares de Teodosia la correspondencia que mantenía su padre con ella, además del gramófono y los discos (entre 60 y 70) que la pareja escuchaba. La hija del escritor envió este legado a la Casa-Museo. 

    Volviendo a las cartas de Benito a Teodosia, de la Nuez valora este legado: 
    «Y allí había una cosa sorprendente. Galdós siempre decía que él no contestaba a las cartas, que era muy pesado, y tal. Pero esto eran 260 cartas a una amada de él. Por lo que en la investigación se ha visto, Don Benito no se casó nunca, tuvo una hija que reconoció hacia el final de su vida, la madre se volvió loca… Pero esta última, por fin pudimos editarla. Resulta un documento importante porque están todas las cartas...». 

    La existencia de estas cartas puede razonarse. La correspondencia conocida se extiende desde 1906 a 1915, época en que Galdós se interesará por el epistolario como parte de su legado. En 1914 le dice a Ramón Pérez de Ayala en carta del 22 de diciembre: 

«Como el tiempo pasa, deseo saber en qué estado se hallan el proyectado libro del Censo de mis obras, y no los no menos interesantes del Epistolario». 

    Luis Verde Muntan, bisnieto de Galdós, recuerda la visita de personas estudiosas de la vida y obra del escritor que pasaban por la casa de su abuela María para revisar manuscritos y correspondencia. Asegura que las cartas íntimas nunca se enseñaban. 

    Dice Verde Muntan que esas visitas no quedaban solas en ningún momento, siempre había alguien de la familia vigilando para evitar descuidos o hurtos; incluso él hizo de vigilante en varias ocasiones. Recuerda, como anécdota, la buena merienda y las pesetas recibidas de su abuela por la labor realizada. 

    El celo de los herederos de Galdós sobre su legado es tal que todo quedó debidamente anotado, incluidas las posteriores ventas, donaciones y cesiones. 

 

La importancia del epistolario 

    La frase que dice haber leído el señor Blázquez alimenta el morbo y parece oportunista; no imaginamos a Galdós siendo tan explícito. Así quedó reflejado en un comentario en Facebook: 
    «Una dama que escribe “Espero que se repitan aquellas escenas deliciosas. No hemos hecho más que arrimar la manzana a los dientes, esta es la verdad, no hemos agotado, ni siquiera bebido a boca llena el dulce licorcito que nos podemos escanciar el uno al otro” (sugerente, como el huevo y Fortunata), no recibiría por respuesta frase tan burda como la recordada por el librero». 

    El librero termina por quitar hierro al morbo de la frase, pero lo traslada al hecho de que produce uno mayor el saber que las cartas existen, pero no se dan a conocer. ¿Qué se pretende?, ¿especular con el valor de la colección?

    El lenguaje y las expresiones del escritor en las cartas íntimas conocidas carecen de todo erotismo; son frases sugerentes, sutiles, con significados que el receptor sabe interpretar y comprende. Los siguientes ejemplos corresponden a cartas escritas a Teodosia entre 1906 y 1907. 

«Mañana iré, pase lo que pase. […] Mañana oiremos juntos el gramófono. ¡Ay, ay!». 

«Si mañana puedo llegar a ti, pondré remedio a este descuido. Lo que no hicimos antes lo haremos en días próximos».

«Con ésta te anticipo ya infinitas caricias. […] Leeremos otras cosas, y charlaremos, y haremos lo que nos dé la gana en nuestra feliz soledad».

    Lo importante en las cartas íntimas son los diálogos, el pensamiento y la opinión, con el mismo interés y relevancia las escritas a María, Concepción y Teodosia o entre dos grandes literatos. 

    Los datos que puedan ofrecer las supuestas cartas de Galdós a Pardo Bazán son fundamentales para situar a ambos en un momento de la historia, de sus vidas y de sus obras. Esto es lo que interesa a estudiosos e investigadores. 

    No se puede obviar el excelente trabajo realizado por Alan E. Smith, María de los Ángeles Rodríguez Sánchez y Laurie Lomask para el libro Benito Pérez Galdós. Correspondencia (Cátedra, 2016) o los de María de los Ángeles Rodríguez Sánchez sobre el estudio del epistolario Pérez Galdós-Concepción Morell. 

    Sobre esta autora, es importante tener en cuenta el reciente comentario que ha ofrecido en el grupo de Facebook dedicado a Benito Pérez Galdós y el Mundo Galdosiano: 
    «Suena todo tan extraño, “todo el mundo sabía que las tenía”, sería en los cincuenta, posteriormente no era común esa localización, y sé, con certeza, que se han buscado. Por otro lado, roban un documento importante en un archivo particular y no se dice nada hasta más de sesenta años después. Entre tanto nadie las ha publicado, ni casi se ha hablado de ellas, hasta que un librero dice haberlas visto, sin más confirmaciones... Todo suena extraño, confuso y tengo la sensación que oportunista.... Lástima que tengamos que hablar de estos dos grandes escritores por este tema, y no por comentar su obra». 

 

Los rumores 

    Decía Galdós a Concepción Morell: 

«Has hablado de amistad íntima, aumentada o estrechada con las murmuraciones. ¿Tú sabes bien lo que esto significa?» 

    Murmuraciones, cotilleos, leyendas, rumores; inconsistencias que pueden acercarnos a una verdad o convertirse en una mentira absoluta. Las nuevas tecnologías han creado términos para la rumorología, las muy de moda “fake news”; los bulos que la RAE define como «Noticia falsa propalada con algún fin». Por cierto, la acción del verbo propalar es: «Divulgar algo oculto que generalmente se considera negativo». Hasta ahora lo único positivo que podríamos hallar en todo esto es que dieran a conocer las cartas. 

    En favor de los periodistas autores de las noticias sobre estas cartas, reconocemos que los datos que han recibido están cargados de contradicciones, similitudes con otros hechos o turbias y oportunistas especulaciones que ocultan algún fin. 

    Existe una coincidencia sobre los rumores del epistolario de Galdós en los que, curiosamente, entra en juego la familia Baroja. Distan más de setenta años entre un rumor y el que se ha conocido ahora. El más actual hace referencia al escuchado hace treinta años y que aparece en la noticia publicada el pasado 11 de diciembre en El País. Dice así: «Trapiello recuerda además que hace tres décadas, más o menos cuando Blázquez leyó las cartas galdosianas, escuchó a la librera Herminia Muguruza comentar con Julio Caro Baroja que se pedía un dineral por las cartas de Benito Pérez Galdós a Emilia Pardo Bazán». 

    En absoluto dudaremos de lo indicado por Andrés Trapiello, quien dice haber sido testigo de aquella conversación. No es la intención rebatir su comentario, sino únicamente razonar a partir de hechos conocidos -que los hay-, y que permanecen escritos. Me refiero a lo publicado por Luis Bonafoux en El Heraldo de París (1902) sobre la relación de Galdós con Concha Morell que podéis leer en las páginas 287 a 289 de Benito Pérez Galdós. La figura del realismo español, donde, además, se dice lo siguiente: 

«No puedo afirmar que este recibiera información de la propia Concepción Morell, a pesar de asegurarlo Pío Baroja en Desde la última vuelta del Camino donde, al referirse a Bonafoux y la relación Galdós-Morell, dice: 

«Tenía un archivo de cartas y de periódicos de todo el mundo y muchos datos acerca de los escritores españoles. Una vez en el bar Criterion de la estación de San Lázaro, mientras él esperaba el tren de las afueras, comenzamos a hablar de Galdós, y Bonafoux lo puso por los suelos. Se había portado, según él, de una manera indigna con una muchacha abandonada que vivía en Santander y que tenía un nombre judío. Creo que Ruth, Ruth Muller o Ruth Morel». 

Al parecer, según Pío Baroja, Bonafoux le había enseñado cartas de Morell. ¿Una verdad? ¿Un pretexto para difamar la figura de Galdós?» 

    Pío Baroja; después su sobrino, Julio Caro Baroja; rumores sobre cartas de dos mujeres: para Pío, las de Concepción Morell; para la librera Muguruza a Julio, las de Emilia Pardo Bazán. 

    Mucha casualidad, ¿no? Más cuando, según los datos cronológicos ofrecidos por el librero Guillermo Blázquez, ratificados por Trapiello, el comentario a Julio Caro Baroja se hace el mismo año o al siguiente de haber ingresado el legado Agustín González de Amezúa en la Real Academia Española.

 

Sobre el legado Agustín González de Amezúa 

    La documentalista y bibliotecaria María Isabel Sánchez García, ofrecía en 2018 toda la información sobre este legado en el blog de la Sociedad Española de Documentación e Información Científica. Los datos ofrecidos se citan en este capítulo. 

    Sabemos que en la donación no están incluidas las cartas de Galdós. Esto ha sido ratificado por los herederos en la noticia de El País del 15 de diciembre, asegurando que las supuestas cartas de Galdós a Pardo Bazán fueron robadas: «No recuerda el momento con precisión, pero cree que esta correspondencia fue robada de la biblioteca de su padre. Relata que debió ser en un descuido: “Tal vez las dejó en una mesa y alguien entró y se las llevó”. Otra de las personas consultadas para este reportaje conocía la versión del robo que cuenta la hija del académico. Pero añade un poco más de misterio. “En la división de la herencia se traspapelaron muchos documentos”, asegura esta fuente». 

    Conocemos que parte de la documentación recibida por la RAE estaba desordenada. Corresponde a los legajos de Menéndez Pelayo que González de Amezúa identifica con el número 1 en la lista del testamento ológrafo: «Tres legajos de papeles y estudios de apuntes autógrafos de Menéndez Pelayo para diferentes obras suyas». 

    Así lo asegura la Academia en el portal digital de sus archivos: «Los tres legajos de apuntes autógrafos de Menéndez Pelayo se recibieron completamente desordenados. Formaban tres atados de papeles entremezclados, más que legajos propiamente dichos, por lo que la primera descripción que se hizo fue aproximada. Una revisión posterior permitió clasificar y ordenar los documentos…». 

 

http://archivo.rae.es/index.php/legado-de-agustin-gonzalez-de-amezua

 

    También aseguran que no ingresaron en la Academia los documentos que González de Amezúa identifica en la lista con el número 7: «Correspondencia literaria donde se contienen cartas de Menéndez Pelayo y otros escritores interesantes, contenidas en unas carpetas». No ingresó nunca a la RAE. ¿Por qué? ¿Incluiría las cartas de Galdós? 

    En el punto 2 de la lista, González de Amezúa apunta: “Una correspondencia amorosa de «una célebre escritora con otro famoso novelista»”. Son las treinta y ocho cartas de Pardo Bazán a Galdós, ya digitalizadas, y que en su momento fueron publicadas por Carmen Bravo Villasante en 1974, cuando el legado aún no había ingresado en la RAE. 

    La descripción literal, según testamento, es la siguiente: «Una correspondencia amorosa de una célebre escritora con un famoso novelista, encerrada en un sobre de cartón con el título «Verlagsanstalt und Crukerei A», muy interesante para la biografía de ambos». 

    Ante el desconocimiento de temas hereditarios, ¿pueden los herederos manipular aquello que ha sido expresamente donado por testamento ológrafo? 

    Llegados a este punto podemos tener la sensación de que esto se va tornando “amarillento”, y no exactamente por la tonalidad del papel según va envejeciendo. Pero también se va volviendo todo más confuso. 

 

 Cronología de los legados conocidos 

    Basándonos en los datos ofrecidos por María Isabel Sánchez García; los correspondientes al archivo de la RAE; los obtenidos de otras fuentes y archivos; los verificados en antiguas y recientes noticias de periódicos, y las consultas hechas a los herederos de Pérez Galdós, podemos hacer una cronología aproximada sobre los legados conocidos. 

  • 1936 – Jaime Quiroga y Pardo-Bazán y el hijo de este son arrestados y fusilados.
  • 1938 – Se supone que en esta año se queman en el Pazo de Meirás las cartas de Galdós y otros documentos. 
  • Principios de los años 40 – Se produce el robo de las cartas en la casa del académico. 
  • 1943 – Se publican las cartas de Pérez Galdós a Mesonero Romanos. 
  • 1951 – El Museo Canario publica el catálogo La Biblioteca de Benito Pérez Galdós, realizado por Hyman Chonon Berkowitz. 
  • 1953 – Agustín González de Amezúa redacta y firma testamento ológrafo: «Lego a la Real Academia Española, en levísimo testimonio de gratitud por haberme honrado tanto llamándome a ella, y como pequeña expresión del grande afecto que la guardé siempre, los objetos, papeles, estudios y cantidades que dejo reseñadas en la adjunta lista escrita en máquina, rogándola que se sirva aceptarlos y con un saludo cordial para mis compañeros. Madrid, 25 de octubre de 1953. A. González de Amezúa [firma y rúbrica]». 
  • 1956 – El 10 de junio fallece Agustín González de Amezúa. 
  • 1959 – Fallece Manuela Esteban-Collantes Sandoval, condesa de Esteban Collantes, esposa de Jaime Quiroga y Pardo-Bazán. 
  • 1969 – Se exhiben manuscritos, autógrafos y cartas de Galdós en la Semana Galdosiana celebrada en el Real Club Náutico de Gran Canaria. 
  • 1970 – Fallece María de las Nieves (Blanca) de Quiroga y Pardo-Bazán, III condesa de Pardo Bazán (Título oficial: II condesa de Torre de Cela). Su hermano Jaime había fallecido en 1936 y su hermana María del Carmen en 1935. 
  • 1971 – Se publican en un periódico mejicano tres cartas de Pardo Bazán a Galdós. 
  • 1972 – Fallece María Pérez-Galdós Cobián, hija de Benito Pérez Galdós. 
  • 1972 – Los herederos de Pérez Galdós envían a la Casa-Museo Pérez Galdós un baúl que contiene epistolarios y otros manuscritos y libros. Iba acompañado por el retrato de Galdós pintado por Joaquín Sorolla y la carátula de Voltaire. 
  • 1973 – Inicios de los Congresos Internacionales Galdosianos. 
  • 1973 – Una noticia habla de la desaparición de los expedientes de Galdós del Instituto de La Laguna. El director de la “Casa de Galdós” indicaba que podrían encontrarse en la “Universidad de La Laguna”. 
  • 1974 – Carmen Bravo Villasante publica las cartas de Emilia Pardo Bazán a Galdós. Se corresponden con las que conserva la RAE, aunque la biógrafa nunca dio a conocer la procedencia de estas. 
  • 1978 – En febrero se produce un incendio en las dependencias del ala izquierda del Pazo de Meirás. Las noticias hablan de la pérdida de varios objetos y documentos pertenecientes a Franco que habían sido traídos de El Pardo después de su fallecimiento. 
  • 1978 – En octubre se conoce la noticia de la donación de 7840 libros pertenecientes a la biblioteca de Emilia Pardo Bazán. Fue donada por Carmen Polo a la Real Academia Gallega. El Diario de Burgos del 1 de octubre indicaba: «Entre las piezas que componen la donación no sólo figuran libros sino también boletines de las provincias gallegas del siglo pasado y otros documentos de gran valor histórico». 
  • 1979 – En noviembre se celebra el acto oficial de entrega de los libros a la Real Academia Gallega. En los discursos pronunciados se dio cuenta de la composición de la donación; no se hizo referencia a manuscritos ni epistolarios. 
  • Entre 1971 y 1983 - Walter T. Pattison identifica en la Casa-Museo Pérez Galdós un total de nueve cartas inéditas de la correspondencia de Pardo Bazán a Pérez Galdós. En la actualidad se conservan en la Casa-Museo cuarenta y seis cartas. 
  • 1989 – El 10 de junio ingresa en la RAE el legado Agustín González de Amezúa. No está completo y algunos documentos aparecen desordenados. Incluye treinta y ocho cartas de Pardo Bazán a Galdós. 
  • 1989-1990 – Años aproximados en los que el librero Guillermo Blázquez tiene acceso a las cartas de Galdós a Pardo Bazán y Andrés Trapiello escucha el comentario hecho por la librera Muguruza a Julio Caro Baroja. 
  • Años 90 – La RAE realiza el inventario del legado Agustín González de Amezúa. 
  • 1990 – El Cabildo Insular de Gran Canaria publica el libro Biblioteca y archivo de la Casa-Museo Pérez Galdós, de Sebastián de la Nuez, en el que se compara el realizado por Hyman Chonon Berkowitz. 
  • 1995 – El 18 de agosto fallece Julio Caro Baroja después de una larga enfermedad. Hacia 1996 – Se traspasa la Librería Pérez Galdós. 
  • 2013 - Isabel Parreño y Juan Manuel Hernández publican Miquiño mío. Cartas a Galdós (Editorial Turner, Noema. 2013), que contiene un total de 93 cartas. 
  • 2016 – En la Casa-Museo Pérez Galdós se presenta el libro electrónico Cartas de amor clandestino (y pública amistad) en la que aparece un total de 93 cartas. 
  • 2018 – La RAE publica en el portal digital de sus archivos la descripción del inventario legado por Agustín González de Amezúa. 
  • 2019 – 2020 – El Cabildo de Gran Canaria aprueba la propuesta de adquisición de 36 cartas de Galdós a su hija María, los manuscritos de las novelas La de Bringas (1884) y La Familia de León Roch (1878), grabados dedicados a Galdós y realizados por Vicente Blasco Ibáñez y Josep Llovera i Bufill, dos grabados de la colección privada de Galdós, uno de CR Leslie y otro de Leopold Flameng, 13 grabados originales a pluma de los Episodios Nacionales Ilustrados y otros 40 grabados originales de los Episodios Nacionales sin enmarcar. Todos de propiedad de los herederos de Galdós. [https://www.canarias7.es/cultura/el-cabildo-adquiere-36-cartas-de-galdos-a-su-hija-maria-FN8528430]
  • ¿? – Desconocemos en qué momento ingresan en la Biblioteca Nacional de España cinco cartas de Pardo Bazán a Pérez Galdós, fechadas posiblemente entre 1887 y 1891. 
 

http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000200019
 

    Con esta cronología aproximada advertimos que las cartas de Pardo Bazán, coleccionadas por Agustín González de Amezúa, son vistas después del fallecimiento de este y publicadas mucho antes de ser entregadas a la RAE. 

 

Los herederos de Pardo Bazán 

    Emilia Pardo Bazán fallece en 1921. Hereda el condado su hijo Jaime, quien es fusilado junto al nieto de la escritora en 1936. Hereda su hermana María de las Nieves (Blanca) Quiroga y Pardo-Bazán, III condesa de Pardo Bazán (Título oficial: II condesa de Torre de Cela), quien fallece sin descendencia en 1970. En 1959 había fallecido su cuñada, Manuela Esteban-Collantes Sandoval, condesa de Esteban Collantes. 

    Entendemos que todas las pertenencias familiares y propiedades estaban en poder de las citadas, quienes pudieron hacer de ellas lo que les pareciera conveniente. En BOE del 22 de agosto de 1968 se publica la aceptación del legado de Manuela Esteban-Collantes Sandoval al Museo Provincial de Bellas Artes de La Coruña, consistente en un retrato suyo y un antiguo tapiz titulado “De la muerte”. 

    A partir de aquí podemos entrar en la farragosa historia del Pazo de Meirás, tan popular en estos días y en la supuesta donación de este a Francisco Franco, hecha por las dos señoras, según dicen; y la biblioteca, supuestamente obsequio de Blanca Quiroga al dictador. 

    Revisadas las noticias de la época, en ninguna de ellas encontramos referencias a la donación del Pazo de Meirás por parte de Blanca Quiroga y su cuñada; sin embargo, existe una que hace referencia a la donación del castillo de Santa Cruz. Aparece publicada en Hoja Oficial del Lunes del 25 de octubre de 1943: «Añade que para continuar el camino iniciado cuenta con el amor de los coruñeses y su caridad. Resalta el apoyo que ha encontrado en la marquesa de Cavalcanti, quien heredó de su madre la ilustre escritora doña Emilia Pardo Bazán los rasgos de amor y caridad, y recuerda como donó el castillo de Santa Cruz para los huérfanos de caballería». Estas palabras las había dicho el señor Molina Paz, presidente del Patronato de Caridad, el día que se inauguraba el pabellón “Marquesa de Cavalcanti”, al que asistió la homenajeada. 
 
En 1956 había cedido la casa coruñesa de su madre (calle Tabernas) a la Real Academia Gallega.


Cartas de Pardo Bazán a Pérez Galdós y viceversa

    De las cartas de Emilia Pardo Bazán se han publicado un total de 93 en el libro Cartas de amor clandestino (y pública amistad) 2016, Hora antes editorial. En principio, corresponden a los archivos de la Real Academia Española (ya citados), Biblioteca Nacional de España y Casa-Museo Pérez Galdós. Aunque no lo indican, podemos suponer que algunas cartas corresponden a colecciones privadas. 

    El investigador Juan Ávila Arellano, en su ponencia Doña Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós en 1889. Fecunda compenetración espiritual y literaria (IV Congreso Internacional de Estudios Galdosianos. 1990), indicaba que habían aparecido tres cartas publicadas en el periódico mejicano El Excélsior (14 de noviembre de 1971), estudiadas e identificadas cronológicamente por el profesor Walter T. Pattison. Este último añadirá alguna carta inédita más, encontrada en la Casa Museo Pérez Galdós. En 1983 aparecen seis cartas más, correspondientes al otoño-invierno de 1891. 

    En el mencionado libro, María Eugenia de la Nuez Bird, inserta la siguiente cita en el prólogo:
    «Sobre la desaparición de las cartas de Galdós a doña Emilia. Galdós le pidió a la escritora que le devolviera algunas cartas apasionadas, tal como ella comenta: «(…) cuando adquirí el convencimiento de que te inspiro verdadera pasión, con todos los caracteres de tal, ha sido de dos meses para acá; mejor dicho, desde que me escribiste aquellas epístolas que te restituí». (Carta La Coruña 27 de abril 1889). Sobre el resto, no se sabe: ¿las hicieron desaparecer los hijos de Pardo Bazán?, ¿las quemaron en Meirás cuando Franco y su familia tomaron posesión del Pazo?». 

    Es posible que Pardo Bazán restituyese las cartas, pero no todas; tal como indica el librero Guillermo Blázaquez al referirse a «entre setenta y ochenta». 

    Por su parte, Carlos Álvarez, dice en la Nota del editor de Cartas de amor clandestino (y pública amistad)
    «Como es sabido se trata de un epistolario demediado, mutilado. Desgraciadamente solo se conservan las cartas que ella le dirigió a él. Las cartas de Benito a Emilia nunca se han encontrado. Hace pocos años se supo que Germán Gullón confesó tener noticia fidedigna de que Carmen Polo en una visita de inspección que hizo al Pazo de Meirás en 1938, poco antes de que el Ayuntamiento de La Coruña se lo 'regalase' al dictador, había ordenado quemar toda la correspondencia de la escritora. En la pira acompañaron a las cartas de Galdós las de Menéndez Pelayo, Lázaro Galdiano, Blasco Ibáñez, Giner de los Ríos o Leopoldo Alas entre otros, según narra Eva Acosta en la biografía de la escritora gallega —La luz en la batalla, Editorial Lumen, 2007—». 
 
    El 11 de diciembre La Voz de Galicia se hace eco de la noticia. Transcribo el comentario de Isabel    Parreño, autora junto a Juan Manuel Hernández del libro Miquiño mío. Cartas a Galdós
    "Parreño recuerda que, respecto al destino de las cartas de Pérez Galdós, ha habido muchas teorías. La teoría más factible es que fueran destruidas en la casa donde vivía Emilia Pardo Bazán en la calle Princesa de Madrid, que fue saqueada durante la Guerra Civil. «También pudo ser que cuando murió, sus hijas descubrieran esa correspondencia y no les interesara hacerla pública ya que estaba casada cuando mantuvieron esa relación, y las hicieron desaparecer». Y sobre la leyenda de que fueron quemadas por Carmen Polo en el Pazo de Meirás, Parreño dice que «queda muy bonito pero… no creo que leyera las cartas y decidiera quemarlas porque dijera que eran inmorales. Sí que quemaron papeles, facturas y no sé si se quemaron también, pero me parece raro». Y recuerda que a ella le contaron que la nieta de Franco dijo que en el Pazo de Meirás había cosas personales de Pardo Bazán que metieron en una caja y dieron a su hija. «No sé si en esa caja estaban las cartas… me gustaría saberlo»".  

    En La Razón del 13 de diciembre se especula sobre la posibilidad de que las cartas fuesen robadas del domicilio de Jaime Quiroga y Pardo-Bazán durante los sucesos de 1936, mediando quince años desde el fallecimiento de doña Emilia. Para entonces, es probable que todo el legado de la escritora permaneciera en el Pazo de Meirás, incluida la correspondencia que mantuvo con varios literatos y otras personalidades, como referimos en la cronología (1978). 

    Por las características especiales que se observan en las cartas íntimas de Don Benito a las mujeres que formaron parte de su vida, es lógico dudar de la pericia de milicianos o saqueadores en identificarlas. 

   Cabe otra posibilidad, o elucubración, o razonamiento más acertado si se prefiere, al centrarnos en fragmentos de las citas anteriores. Comentaba Carlos Álvarez: 
    «En la pira acompañaron a las cartas de Galdós las de Menéndez Pelayo, Lázaro Galdiano, Blasco Ibáñez, Giner de los Ríos o Leopoldo Alas entre otros…», y recordaba Isabel Parreño que «…la nieta de Franco dijo que en el Pazo de Meirás había cosas personales de Pardo Bazán que metieron en una caja y dieron a su hija». 

    Volvamos al punto 7 de la lista adjunta al testamento ológrafo: «Correspondencia literaria donde se contienen cartas de Menéndez Pelayo y otros escritores interesantes, contenidas en unas carpetas». Recordemos que esa documentación no ingresó en la RAE. 

    Aquella caja quizás no tuvo por destinatario en 1938 a Blanca Quiroga y Pardo-Bazán sino que fue a engrosar la magnífica colección del académico. Más adelante podréis escuchara a Clara María González de Amezúa y Noriega, decir que a su padre «se las dieron». 

    Pobre los herederos, a los que les cae esta pesada losa sin tener arte ni parte. Posiblemente estemos hablando de un expolio, no fraguado, pero sí consentido. Después, el anuncio de un robo.

    Las indicaciones del librero, quien estuvo negociando con el supuesto ladrón, apuntan a familiares de González de Amezúa o de otros herederos de un académico con vivienda en el barrio de Salamanca. En definitiva, sólo él conoce al actual ¿"propietario"?.

    ¡Ay, Don Benito! ¡Si levantara la cabeza! En este asunto no puede estar mejor representada su obra, sus denuncias, las miserias de esta sociedad. 

 

El epistolario de Galdós en la Casa-Museo 

    En la página web de la Casa-Museo Pérez Galdós, dicen del epistolario: 
    «La mayoría de los fondos provienen en un primer momento de la adquisición mediante compra a la hija del novelista María Pérez Galdós Cobián. Posteriormente el Cabildo de Gran Canaria ha ido incrementando a lo largo de los años el legado documental con adquisiciones y donaciones diversas de particulares o familiares del escritor (como es el caso de la última compra de manuscritos, dibujos y grabados) o adquisiciones en subastas como el caso del manuscrito Electra en el año 2001. En los últimos años se han adquirido también las cartas de Pérez Galdós a Concha Morell y otros epistolarios que constituyen una gran fuente de información para investigadores y público interesado». 

    Al parecer se echa en falta un libro de registro que existía en la Casa-Museo. Esto ha sido ratificado por quienes alguna vez tuvieron la oportunidad de consultarlo. 

    Sebastián de la Nuez decía en otro vídeo publicado en Cervantesvirtual: 
    «El epistolario de Don Benito Pérez Galdós estuvo mucho tiempo sin ser estudiado, no se le daba importancia, puesto que él mismo, a Galdós, no le gustaba escribir, ni contestar sus cartas. Era muy pesado para Galdós estar atendiendo a tantos lectores. Entonces las cartas que iban apareciendo en el Museo Pérez Galdós, pues se amontonaban ahí sin una clasificación. Pero cuando se pudo penetrar en la casa de Don Benito, donde él había nacido, que se había ido acumulando con recuerdos, sus libros, muebles, que habían sido de Don Benito, incluso traídos de su casa de Santander, la finca de San Quintín. ¿Cómo comenzó a conocerse? Por aquella época estaba un investigador de la literatura española en general, que se llama José Schraibman, que estaba investigando, joven todavía, no había hecho la tesis, y lo conocí yo allí. Y nos aficionamos a clasificar ese epistolario. El epistolario ese no tuvo demasiado éxito, a pesar, de que tenía cartas muy interesantes, de Miguel de Unamuno, de José Martínez Ruiz “Azorín”, de Pío Baroja. No demasiadas, de otros escritores, Pérez de Ayala, o sea, gente que Galdós había conocido en su tiempo». 

 

  

 

    Cuando Galdós construye la finca San Quintín en Santander, lleva allí todos los manuscritos de sus obras, su biblioteca y demás enseres, incluidas fotografías y epistolarios. Desde 1912 hasta 1920 vivirá en la calle Hilarión Eslava con su sobrino José Hurtado de Mendoza; este ofrecerá al Museo Canario la donación de «los muebles de mi propiedad que constituían la alcoba de mi tío Benito Pérez Galdós, y que se encontraban en ella el día de su fallecimiento». 

    El museo aceptará la donación y la alcoba, junto a otros enseres del escritor, llegarán a Canarias a principios de 1921. Una noticia publicada el 24 de septiembre en el diario tinerfeño La Prensa daba cuenta de la donación, consistiendo ésta en mucho más que una alcoba. 

    En una entrevista realizada en 1933 a Rafaela González (ahijada de José Hurtado de Mendoza) constatamos que en aquellos años vivía en la casa de Hilarión Eslava, aunque su padrino había fallecido en noviembre de 1932. Recordaba Rafaelita las cartas que le escribía Galdós: 
    «—Estando yo en el colegio de Madrid—recibía a menudo cartas de Galdós, que estaba en su retiro de Santander. Cartas hermosísimas. Una de ellas la di al Museo galdosiano de Las Palmas. De esa carta publicaron el autógrafo todos los diarios de Madrid cuando murió Galdós. Es una carta muy bella. Pero, desde luego, no la única ni la más hermosa». 

    Finalizada la Guerra Civil, Rafaelita se exilió a México, donde al parecer se hizo pasar o era conocida como nieta de Pérez Galdós. Aunque es difícil precisarlo, quizás algunas cartas, como las publicadas en el diario mejicano El Excélsior o el lugar de procedencia de las de Concepción Morell, puedan tener algo que ver con Rafaelita. 

    Nada podemos asegurar, pero en este caso prima la lógica, sobre todo cuando las posibilidades son claras y asociadas a una persona que vivió con Galdós y en la casa que él habitó los últimos años de su vida. Rafaela González Muñoz falleció en 1996. 

 

Cortinas de humo 

    Mucho humo salía de la torre del Pazo de Meirás; tanto, que posiblemente sirvió de cortina para tapar negocios fraudulentos, expolios, y cualquier tipo de maniobra ajena a los herederos: sean estos los de Pardo Bazán, los de Pérez Galdós o el propio Estado. 

    Da la sensación de que en los años setenta, después de fallecidas Blanca Quiroga y María Pérez-Galdós Cobián, comienzan a aparecer cartas por todas partes, independientemente de las conservadas por González de Amezúa en época anterior. 

    En los ochenta aparecen algunas más, y a finales de esa década la presencia del librero en una casa donde le muestran las cartas de Galdós. Ahora dicen que las robaron antes del fallecimiento de González de Amezúa, y de la manera más tonta; sin embargo, los legajos de Menéndez Pelayo estaban todos revueltos y no ingresó a la RAE parte del legado. 

    Con todo lo explicado y el orden cronológico de diversos acontecimientos, esta historia del epistolario plantea muchas dudas. Si entre los años 30 y 40 el investigador Hyman Chonon Berkowitz realiza el inventario de la biblioteca perteneciente a Pérez Galdós, el interés de los bibliófilos debió intensificarse; por consiguiente, se abriría el mercado de blanqueo de documentos expoliados. 

    Ya hemos visto cómo pudo llegar el epistolario de Galdós a manos de Agustín González de Amezúa. Las últimas noticias, narradas directamente por Clara María González de Amezúa y Noriega, hija del catedrático, son clarificadoras. Según indica a la Cadena SER, las cartas fueron robadas en vida de su padre cuando ella era muy pequeña. Doña Clara María nació en 1929, por lo que el robo debió producirse a principios de los cuarenta. 
 
    Como ya sabemos, Agustín González de Amezúa falleció en 1959, por lo que resulta imposible que el librero Blázquez las viese en casa de esta familia, sino en la de quien se hizo con ellas o «un ilustre académico de prestigio internacional” —del que no quiere desvelar su identidad— había coleccionado corresponden al intercambio epistolar entre los autores», como aseguró a Cadena SER y se publicó en El País del 11 de diciembre. 
 
    Añaden, además: «Años después de aquella visita, los herederos del académico (el librero no sabe precisar qué relación familiar tienen con el coleccionista original) volvieron a contactar con Blázquez. Iban a vender la casa en el barrio de Salamanca —una de las zonas más adineradas de Madrid— donde guardaban la colección privada y le ofrecieron un lote de documentación». 
 
    ¿Quién es ese “ilustre académico” si el conocido estaba difunto? ¿Por qué dice no saber qué relación tenían los familiares con el coleccionista original? 
 
    Estas confusiones parecen ser intencionadas y no justamente por preservar la identidad del poseedor de las cartas. Es evidente que no sabe que está hablando con quien pudo haberlas robado o que su ambigüedad viene a cubrir ese hecho y los orígenes de la colección. Porque, si aquellos documentos fueron robados a González de Amezúa y no existió denuncia, todo apunta a que las cartas no fueron conseguidas de forma muy ortodoxa desde un principio. 
 
    La memoria se le aclara cuando indica al periódico que había comprado cartas de Galdós a sus herederos: «“Las cartas de Galdós que yo he tenido en mi poder las compré por unas 5.000 pesetas a los herederos del escritor”, dice, haciendo referencia a la librería Galdós de Madrid». 
 
    En todo caso, esa transacción la hubiese realizado don Benito Verde Pérez-Galdós, nieto del escritor, pero eso nunca ocurrió. Su hijo, Luis Verde Muntan, asegura que ese dato no es cierto. 
 
    Las dudosas afirmaciones y recuerdos del librero, no ratificadas por los herederos de González de Amezúa y de Benito Pérez Galdós, crean un escenario turbio, lleno de contradicciones y escasas coincidencias que las hagan verosímiles; aunque se intente disipar el humo con los pechos de Pardo Bazán. 
 
 
Conclusión 
 
    Este documento es, a grandes rasgos, una base para el desarrollo de posteriores investigación sobre el epistolario Pérez Galdós – Pardo Bazán. Mientras no aparezcan las cartas y puedan ser autenticadas, cualquier rumor carecerá de veracidad. Salvo información más contundente y aclaratoria, el beneficio de la duda no tiene cabida en asunto tan importante para el patrimonio cultural. 
 
    Por todo lo dicho, ajustado a la cronología, podemos concluir que las cartas de Benito Pérez Galdós a Emilia Pardo Bazán pueden proceder de actividades fraudulentas en su totalidad: Primero, un expolio; después, un robo. 
 
    Visto así, no es el momento de desear que aparezcan, sino la exigencia de que así sea y puedan someterse a estudio. 
 
Palabras finales: 
No proceden las noticias oportunistas como broche final del centenario. No lo merece Pérez Galdós. No lo merece Pardo Bazán de cara a la celebración del suyo. No lo merecen dos grandes personalidades de la literatura española. 
 
 
Para la contestación: 
Eduardo Valero García 
 
 
 
 

miércoles, 4 de noviembre de 2020

Celín. Cuento de Galdós publicado en la edición monumental de Los meses.

Comenzado noviembre, después del día de Todos los Santos, ofrecemos la versión aumentada de uno de los contenidos del libro relacionado con este mes y un cuento de Galdós. Se trata del título Celín en los meses (pág. 184-186). 

    En 1887, el escritor y crítico de arte Luis Alfonso y Casanovas proyecta la edición de Los meses, libro que incluiría textos de doce literatos e ilustraciones de artistas del momento. Era la propuesta para su reciente cargo de director artístico y literario en la tipográfica Sucesores de Narcís Ramírez (Barcelona). Los meses era, en esencia, un almanaque, pero al uso de finales de siglo y con un coste elevado tanto en producción como en precio de venta.

 

Cubierta de Los meses - Biblioteca Lázaro Galdiano, R. 20773.
(Cartas Hispánicas, 007. 21 de diciembre de 2016ISSN 2444-8613)

 
Para tamaña empresa contará con la colaboración de grandes figuras de la literatura, quienes redactarán un texto para cada mes. De enero a diciembre, este será el orden de colaboraciones: Ramón de Campoamor, José de Echegaray, Gaspar Núñez de Arce, Antonio Cánovas del Castillo, Emilio Castelar, Juan Valera, Antonio de Trueba, José María de Pereda, Manuel del Palacio, Emilio Ferrari, Benito Pérez Galdós y Pedro Antonio de Alarcón. En el mismo orden, las ilustraciones serán de los siguientes artistas: Apeles Mestre, Martínez Cubells, Alejandro Ferrant, Ricardo de Villodas, Moreno Carbonero, José Villegas, Casto Plasencia, Baldomero Galofre, José Luis Pellicer, José Benlliure, Arcadio Mas y Fontdevila y Manuel Domínguez. 

 

Portada de Los meses - Biblioteca Lázaro Galdiano, R. 20773.
(Cartas Hispánicas, 007. 21 de diciembre de 2016ISSN 2444-8613)

 

    Si bien para el mes de noviembre (brumario), el que le correspondía a Galdós, se pide la colaboración de Arturo Mélida, esta nunca se hará efectiva. Finalmente, se sustituirán por tres ilustraciones de Arcadio Mas y Fontdevila. La cabecera de cada mes y autor las realizará el multifacético modernista Alexandre de Riquer, VII conde de Casa Dávalos.

 

Cabecera de Noviembre - Biblioteca Lázaro Galdiano, R. 20773.
(Cartas Hispánicas, 007. 21 de diciembre de 2016ISSN 2444-8613)

 

    Tampoco será inmediata la respuesta de don Benito, con quien Alfonso y Cánovas [1] deberá mantener correspondencia insistiendo sobre el proyecto. Tal será el retraso que, iniciadas las conversaciones en marzo de 1887, se continuarán al año siguiente. 

    En el encargo, Galdós debía escribir entre 25 y 30 cuartillas por las que recibiría cuarenta duros (200 pesetas). Acabarán siendo mil reales (250 pesetas). 

    Por fin, en diciembre de 1887 recibirá el editor las cuartillas, y no serán otras que las correspondientes a Celín. El 2 de enero de 1888 se envían las pruebas a Galdós. 

    Los meses se publicará a finales de 1889 al precio de 80 pesetas. Una edición lujosa al alcance de pocos y cuyo éxito fue lamentable. Sobre este fracaso comercial había escrito José María de Pereda en febrero de 1890:

Veo con pesadumbre que lo de Los meses ha sido un fracaso, aquí por lo menos, y en Madrid según mis noticias; y no por culpa del público sino por la desatinada ocurrencia de haber publicado la obra en edición monumental únicamente, a onza de oro el ejemplar, cuando es público y notorio que no queda un solo español que posea esa cantidad.

Con tantos retrasos desde las primeras negociaciones, no solo fomentados por Galdós, Celín llevará una fecha ya antigua: «Madrid. Noviembre de 1887».

 

Cuenta Gaspar Díez de Turris, cronista de las dos casas ilustres de Polvoranca y de Pioz, que el capitán D. Galaor, primogénito del marquesado de Polvoranca, murió de un tabardillo pintado el último día de Octubre, y le enterraron en una de las capillas de Santa María del Buen Fin el 1.º de Noviembre, día de Todos los Santos. 
Celín. Capítulo I  

 

 

[1] Fe de erratas: Página 185. Donde dice "Alfonso y Cánovas" debe decir Alfonso y Casanovas.



lunes, 13 de julio de 2020

Antonio Zozaya y el entierro de Galdós. Madrid, 1920 (II)

Ya ascendía Galdós hacia la eternidad. Sus restos apenas habían sido depositados bajo la diamantina losa, cuando Antonio Zozaya, pluma en mano y enjugando la mirada, se disponía a escribir. Una vez más dedicaba sentidas palabras a su amigo. Una vez más ese nudo que ahoga y remueve el pecho; el que se repetirá años más tarde en México por otras penas, otras añoranzas y tantos recuerdos.
Fluidas, dictadas desde lo más profundo, Zozaya escribe la columna Bajo la tierra madre - Tras de los restos de Galdós, publicada el martes 6 de enero de 1920 en la página 3 de La Libertad, dedicada íntegramente al entierro de Galdós bajo el destacado título Imponente manifestación de duelo.




Tras de los restos de Galdós
  
   Madrid entero desfiló ayer, con la cabeza descubierta, el sobrecogimiento de la desdicha irremediable en el ánimo y la devoción sin rito a lo Eterno en el fondo del corazón, por delante de un féretro. Cubierto por la bandera nacional, yacía en su fondo un cuerpo rígido, inanimado, deleznable cárcel vacía de un alma soberana, que había empobrecido horas antes su augusta y serena ascensión al que denominó «inmortal seguro» el vate cantor de la conturbación dolorida.

   Una honda emoción, al par confortadora y triste, esperanzada y trágica, dolorosa y estética, oprimía todas las gargantas, helaba, con el espasmo de lo sublime, todas las médulas; nublaba con lágrimas todas las pupilas, y, al mismo tiempo, hacía palpitar en todos los pechos el noble entusiasmo por los más altos ideales. Bajo un sol invernal, pero limpio, posó sobre la muchedumbre el grito triunfador de la raza, y, trocando en clarividencia la congoja, resurgió en todos los cerebros la confianza en los destinos de la Humanidad.

   Luego comenzó el solemne, el inolvidable desfile. No tenía, o no necesitaba al menos, la ritualidad aparatosa de otros cortejos, en que la suntuosidad y la ostentación oficial suplen a la aflicción sincera; pero tenía la grandeza de lo espontáneo, de lo universalmente sentido; no era la representación de los Poderes públicos ni el boato de un acompañamiento ceremonioso lo que prestaba al cortejo magnificencia; era España entera la que le daba su glorioso esplendor. No caían desmayadas las banderas a media asta en los públicos edificios, ni habían cerrado sus puertas todos los teatros que el genio creador inundó de gloria. No importaba: la patria, la verdadera patria estaba allí para despedir a quien cubrió de laureles su escudo, y allí fueron, sin distinción de fortunas ni jerarquías, los hombres, los ancianos, los niños y las mujeres a ofrendar a los restos del autor de los «Episodios» y las «Novelas contemporáneas» algunos, un puñado de flores, y los más, un manojo de penas.

   ¡Feliz en su sueño de mármol quien llevó tras sí, en la postrera peregrinación, a la innominada muchedumbre! ¡Dichoso, en su esplendorosa inmortalidad, quien dejó en el pueblo la huella perdurable de su divina evocación! Realizó un fin tan alto, tan educador, tan excelso, que su nombre será una negación de la muerte, y su labor, bella y gigantesca, una afirmación de la eternidad de lo bello, de lo verdadero y lo bueno.

   Nada hay comparable a estas manifestaciones espontáneas, a estas explosiones del público dolor. Todo París desfiló ante los restos de Víctor Hugo, bajo el Arco de Triunfo, y esta eclosión del espíritu galo aseguró la victoria en el Marne y ante los muros de Verdún. Todo Madrid se descubrió ayer ante el cadáver del más glorioso de nuestros escritores, que, como el autor de «Noventa y tres», fue un gran patriota. ¿Por qué no ha de ser esa prueba palmaria de la idealidad de todo un pueblo presagio feliz del renacimiento de España?

   No veremos más al genio creador de «Gloria», de «Doña Perfecta», de «Marianela», «El amigo Manso», «Fortunata y Jacinta», «El abuelo», «Realidad», «La loca de la casa» y cien libros más que nos elevaron a las regiones de lo sublime y cincelaron nuestro espíritu, haciéndolo más generoso, noble y comprensivo. Hemos vuelto a nuestro refugio abatidos, como si, con la pérdida de Galdós, nos sintiéramos menos artistas, menos ciudadanos, menos hombres...

   Y, de codos sobre la mesa de trabajo, pensando en la infinita separación, nos hemos cubierto el rostro con las manos. Pero luego hemos mirado el estante en que están alineados sus libros, y nos hemos sentido muy cerca del glorioso maestro.

   Y después de enjugarnos los párpados hemos querido renovar esta íntima comunicación con el genio, que ya nunca ha de interrumpirse, y hemos comenzado a leer la primera página de «Trafalgar». D. Benito estaba a nuestro lado y hablaba por boca de su héroe:

«Se me permitirá que antes de referir el gran suceso de que fui testigo...»


ANTONIO ZOZAYA





Artículo relacionado:
Antonio Zozaya y el falecimiento de Galdós. Madrid, 1920 (I)


domingo, 12 de julio de 2020

Antonio Zozaya y el fallecimiento de Galdós. Madrid, 1920 (I)

En portada del diario La Libertad del domingo 4 de enero de 1920 se daba cuenta del fallecimiento de Don Benito Pérez Galdós. Debajo de un retrato del novelista se publicaban unas palabras de Antonio Zozaya a su colega y amigo. Se trata de tres columnas que anteceden a las tituladas Datos biográficos, La enfermedad, La última noche, El fallecimiento y La noticia en Madrid.




   Se nos dice que ha muerto Galdós; pero los hombres como Galdós, ¿cuándo mueren? Para -sus íntimos, el día luctuoso en que dejan de verlos; para la pública curiosidad, el día en que da Ciencia falla que no podrán acabar su último libro; para la Patria, nunca; siguen brillando en la cúpula gigantesca que cubre sus montañas, sus valles y sus ríos; vertiendo sobre Ja frente de sus hermanos a torrentes las luminosidades de su espíritu magno. Viven, resplandecen, no se extinguen "sic lamparae coeli".

D. Antonio Zozaya y You
   Para la nueva Literatura hacía tiempo que había muerto Galdós. Ya no producía. Aquella diestra segura y firme, entre cuyos dedos nerviosos se movió el lápiz, con la vertiginosa celeridad de un transmisor eléctrico, no hacía ya sino tenderse adelante, en demanda de un piadoso sostén. De sus pupilas había huido para siempre la luz, y su figura, antes prócer y ahora abatida, se adelantaba temblorosa al proscenio, cuando un rugido de entusiasmo del público lo llamaba a la escena en una de esas fiestas inolvidables que sus amigos y discípulos organizaban en su honor.   

   Ahora ya, nada. Recluido en la mansión hidalga y poética que le brindaron caballerosamente los unidos a él por los vínculos de la sangre, apenas hablaba; su actitud era la de una esfinge, y, si le molestaba algún importuno, acababa por decir en un murmurio casi imperceptible: "Quiero marcharme". Era verdad: quería marcharse; sentía la nostalgia de lo infinito; pero con esa inconsciencia que nubla todos Jos umbrales de la vida, estado en el cual ésta no es todavía sino un presentimiento o no es ya sino una vaga reminiscencia, volvía a caer en su estupor, que tenía la majestad y la serenidad augusta de lo eterno ignorado.   

   No obstante, al saber que muy pronto habremos cubierto su cuerpo de flores, sentimos un rudo golpe en el corazón; nos parece que va a faltar algo en la tierra que era necesario a su contextura espiritual; que se le había caído a España un cuartel de su escudo, un regio florón de su corona, y que no volverá a ondear soberana al viento, con alegres restallidos de triunfo, como en los días en que se publicaron los Episodios, nuestra bandera nacional.    Sobre España proyectará cada día más soberana grandeza la obra gigantesca de Galdós.

   No es la labor del artista, ni del literato, ni del hablista, ni del pensador, ni del dramaturgo: es la obra del genio; crea, vivifica; tiene el divino "sea"; infunde su soplo alentador, a imagen y semejanza de lo Increado. Don Benito no se limita a describir la Humanidad, sino que imagina sus tipos característicos y les da alma y vida para siempre. Si no hubiera habido una patria, nos la hubiera creado él.

   He aquí lo que distingue al genio: crear. De los novelistas incomparables, de los dramaturgos excelsos, lo que les ha elevado a la cúspide de la gloria, no han sido sus prodigiosas descripciones, ni sus ideas centelleantes, ni la sublime trama de sus argumentos. Las obras se pierden para el vulgo; los lenguajes mueren, como las piedras en que se escriben; pero quedan los seres de carne, que no existieron sino en la miente de su genitor espiritual. Quedan Helena, Aquiles, Ulises, Andrómaca, Ingenia; quedan Fausto, Moore, Segismundo, Quijano, Hamlet, Margarita, Julieta, Lady Macbeth, Pedro Crespo, Margarita la Tornera, Don Juan. Y así, quedan Gloria, Marianela, Doña Perfecta, "Celipín", el amigo Manso, Fortunata, La de Bringas, Torquemada, La loca de la casa, "Pepet", Doily, Don Pío Coronado, El león de Albrit. Son legión, son España con sus poéticas muchedumbres, que engendran guerrilleros y santos, bandoleros e investigadores, aventureros que descubren munidos y se los arrojan a su patria por encima del mar, y diplomáticos que atan los pactos, sellados con sangre, a las patas de sus taburetes de nácar; de inquisidores que ensombrecen la tierra y comuneros que lanzan el grito libertador que los pueblos han de repetir, pasadas ya cuatro centurias.   

   Con Galdós termina definitivamente el siglo XIX. El glorioso autor de Gerona, de Bailen, de Misericordia y de El Doctor Centeno acaso no siente en toda su intensa complejidad los problemas de nuestro siglo. Apenas si, en La de San Quintín-, nuestra vislumbres de una de sus facetas. Vivió en pleno "siglo de las luces", y, avanzada del siglo la primera mitad, retrotrajo su labor con Trafalgar a sus comienzos. No hay obra de Galdós cuya acción puede ser colocada en 1799; no hay que exija fecha que no sea anterior a la de 1901. Es todo un siglo. Se dirá en España el siglo de Galdós., como se dice en Inglaterra el siglo de Guillermo. Y nunca su nombre podrá ser eclipsado, porque, con ser nuestra literatura una da las más gloriosas del planeta, no resplandece en sus antologías, desde la publicación de El Ingenioso Hidalgo, un nombre tan glorioso, tan genial, tan excelso, y, sobre todo, tan netamente ibero, como el de don Benito Pérez Galdós.
  
   No queremos llorar; las glorias no se lloran. Las cenizas de los hombres que supieron engrandecer a su patria son mucho más fecundas que esos granos de trigo sacadas, después de cuarenta siglos de ser enterrados, del sepulcro de los Faraones; oprimida la garganta por la angustia, doloridos los párpados, crispadas las manos en nervioso encarrujamiento, suspensa en el pecho la diástole, veremos cómo se nos llevan al maestro por el lóbrego apartado sendero y cómo, extinguidos con su muerte los odios, comenzará a brillar su nombre con una magnitud y esplendor por el vulgo no sospechados. Y sentiremos que el suelo vacila bajo nuestras plantas y que en nuestras venas se nos paraliza la sangre. Pero no lloraremos; ¡no faltaba más!... No lloraremos...

ANTONIO ZOZAYA.


El número del 5 de enero de La Libertad dedicará a Galdós las tres primeras páginas de las ocho que lo conformaban. En la última, la esquela.  







Biografía de Antonio Zozaya 
Real Academia de la Historia: http://dbe.rah.es/biografias/6672/antonio-zozaya-y-you


 

miércoles, 3 de junio de 2020

Me llamo Fanny Crespo, y conocí a Galdós.

Sí, así se llama la elegante señorita de la fotografía. Conoció a Galdós en San Quintín durante un viaje a Europa con su familia. Años después, en 1917, cuando colaboraba para La Montaña, revista semanal de la Colonia montañesa en Cuba, escribirá el artículo «Añoranzas de lo ya ido».
Así comenzaba:
«De vez en vez llega hasta mi como el reflejo intermitente de un cirio que alumbrase en capilla conventual la imagen de una virgen morenucha y pálida, o como el perfume de blancas rosas que se abrieran en lejano jardín, el recuerdo de aquella mañana de Junio, y en él engarzado, como nítido rubí sangriento en artístico joyelero, el clavel rojo con que adornó mis bucles rubios el maestro».



Acompañada por su madre, su hermana y una institutriz, el carruaje ancho y forrado de estofas grises que ocupaban las llevó a la finca de veraneo del escritor.
«Detúvose el carruaje ante la verja cerrada de un jardín. Entre las rosaledas floridas había un hombre vestido de gris y cubierta la cabeza por un gran sombrero de paja que le resguardaba de los rayos solares, y cuyo hombre, ayudado por una joven, recogía violetas que echaba luego dentro de un canastillo de mimbres.
Aquel hombre, que aun me parece ver, sumido el rostro en la sombra proyectada por las alas enormes de su sombrero campesino, cariñoso y cortés con las filibusteras que llegaban a visitarle en horas tan tempranas, no era otro que el maestro don Benito Pérez Galdós.
¿Qué encontró él en mis ojos verdes y tristes, en cuyas pupilas se abrían dos fantásticas margaritas de oro?»
Mientras una hermana de Galdós y la joven, a quien podemos identificar como Rafaelita, acompañaban a la recién llegada familia y le enseñaban los rincones de la finca, Fanny recuerda que el escritor la alzó hasta sus hombros y la subió a la torre para contemplar el mar.
«El mar estaba allí. Muy cerca le fingía la vista. Glauco, inmóvil, dijérase que era aquel famoso espejo formado por una lámina de acero muy bruñida, en que vió por primera vez su rostro la linda doncella de la leyenda china; y sobre esta indolente quietud, cruzaban, persiguiéndose en rápidos vuelos, negros pájaros exóticos que rayaban su superficie y se perdían luego en las lejanías, allá donde el cielo con las ondas se besaba.
Anclado a corta distancia del puerto, meciéndose con voluptuoso contoneo, el trasatlántico en que llegáramos lanzaba por las chimeneas gruesas columnas de humo conque intentaba en vano, empañar la limpidez del aire, ya encendidas sus entrañas, presto a zarpar nuevamente, abarrotado de pobres emigrantes.
‒No te irás más. Te quedarás junto a mí para ser mi camarada y quererme mucho, ¿verdad, nena?
La voz entraba en mí empapada en infinita ternura y yo, huraña siempre, pronta a esquivar también los besos de las bocas extrañas, oprimía entre mis bracitos el cuello del maestro y presentaba la frente, tan pura entonces, a los labios de aquel que, al rozar con ellos mis mejillas, me grabó en el alma sus íntimas tristezas de hombre que vivió mucho».



Cuenta Fanny que, al atardecer...
«... en el reducido “oratorio” que ocupa un lugar de su gabinete de trabajo; donde coronas de laurel y retratos de hermosas mujeres se amalgaman sobre las paredes pregonando triunfos literarios y de amor; ante un Cristo llagado y trágico, don Benito, que tanto odio siente por las sotanas negras, unió mis manos para que rezase, y el Cristo parecía mirarle con infinita compasión. Quizás si sabía ya de las pretéritas angustias que sufría el maestro al ir perdiendo con lentitudes de martirio, ante la blancura glacial de las cuartillas aun no estupradas, la luz de sus ojos ya cansados…».
Como con celos de infancia, Fanny habla de Rafaelita, aquella joven del jardín que había recibido durante años el cariño que ella «hubiese querido poder conquistar».

Añoranzas del breve encuentro con don Benito que marcó su vida, dedicándola después a la escritura y la oratoria.

Fanny Crespo, escritora naturalista casi olvidada en su tierra, publicó al menos tres libros: Una adoración y otros cuentos (1930), Una rogación (1930) y Del olvido ¿nadie escapa? (1932).
Su hermana, Julia Crespo de Castro, que también conoció al escritor, fue directora de la Escuela Técnica Industrial “Fundación Rosalía Abreu”. Fanny fue la secretaria de aquella benefactora institución y participó de forma muy activa en los eventos culturales que organizaban; además, colaboró en la emblemática revista cubana Social.
«Ahora, aquí en Cuba, donde el mar perennemente azul arrulla a las tórtolas que hicieron su nido en la techumbre de las altas palmeras, y Galdós es devotamente admirado, aquella niña hoy ya mujer ungida por el dolor de la vida, al recordar la hora fugaz en que un Dios bueno hubo de concederle el gozar de la presencia del maestro Galdós‒que más tarde con “Gloria” y “Electra” distrajo sus noches de eterno velar‒piensa, que la fecha ya lejana ella debe conmemorarla, y ante la sombra del pasado, que ya se va para siempre, deposita, no una corona de laurel, sino un manojo de rosas frescas, silvestres, húmedas aún de rocío, e impregnadas de un sutil y exquisito perfume: del perfume de su alma… y solo siente no poder expresar, tal como quisiera, por causa de su connatural torpeza, cómo este perfume es!».
No conozco una biografía como tal de Fanny Crespo; sólo sé que, al parecer, había nacido en 1888, sin poder precisar en qué lugar de Cuba. Los datos que ofrece Fanny me hacen suponer que el encuentro con Galdós debió producirse en el siglo XIX.

Este ha sido el recuerdo que una niña cubana atesoró en su memoria para siempre. Ella conoció a Galdós. Ella conoció San Quintín. Nadie ni nada queda de aquel instante de emociones..., sólo añoranzas.

Eduardo Valero García

Publicado originalmente el 31 de mayo de 2020 en:
Madrid de Galdós y Mundo galdosiano
 

domingo, 31 de mayo de 2020

Cuatro parodias de Electra. Madrid y Barcelona, 1901

Con mayor o menor acierto, se ha hablado en muchas ocasiones sobre el drama en cinco actos Electra, de Benito Pérez Galdós, estrenado la noche del 30 de enero de 1901 en el Teatro Español.
Como ocurriera con Mariucha en 1903, el drama de Galdós fue parodiado en dos obritas de sugerentes títulos: «¡Alerta!» y «Electroterapia», estrenadas en los teatros de Eslava y Apolo en marzo y abril de 1901, respectivamente.

Por otra parte, en Barcelona, el actor, dramaturgo y director de teatro Jaume Molgosa i Valls (1841-1907) estrenaba la comedia en un acto y en prosa «Resultados de La Electra» en el Teatro Nuevo de Barcelona el 20 de noviembre de 1901. Esta fecha queda recogida en el libreto impreso de la obra; sin embargo, en la prensa ya se anunciaba como representada el día 17 de ese mes.

En julio del mismo año había escrito otra versión diferente que, al parecer no llegó a estrenarse. Se trataba de «La Electra galdosa». A diferencia de todas las obras citadas, esta Electra galdosa ‒que no galdosiana‒, se desarrolla en un barrio de gitanos catalanes, en un ambiente de pobreza que, sin ser extrema, es visible en las trazas y modales de los personajes. De ahí el título de la obra, porque en la lengua catalana, galdosa es un adjetivo despectivo. También porque así llaman a la protagonista, la Electra galdosa.

Todos los detalles sobre cada una de estas parodias los encontrarás clicando en las siguientes imágenes:

MADRID
¡ALERTA! - ELECTROTERAPIA


BARCELONA
RESULTADOS DE LA ELECTRA - LA ELECTRA GALDOSA



domingo, 26 de enero de 2020

¿Vivió Benito Pérez Galdós en una pensión de Lavapiés?

«Últimamente se está contando en los medios de comunicación, y desde algunos sectores, una historia no contrastada. Sitúan al joven Benito Pérez Galdós en una pensión del barrio de Lavapiés a su llegada a Madrid en 1862».

Así encabeza Eduardo Valero un trabajo de investigación en el que plantea algunas dudas razonables sobre las circunstancias previas al viaje de Pérez Galdós a Madrid y su establecimiento en la villa, seguidas del estudio de los usos y costumbres decimonónicos como ejemplo determinante para encontrar una realidad distinta de la que se cuenta. 

Es un hecho la existencia de una casa del barrio de Salamanca donde vivió y que no aparece en sus biografías hasta 2019, cuando Valero la da a conocer en Benito Pérez galdós. La figura del realismo español. La primicia sobre el descubrimiento la había dado el 13 de marzo de 2018 durante la conferencia titulada La llegada de Galdós a Madrid y casas que habitó, impartida en la Biblioteca Regional de Madrid Joaquín Leguina

Sin embargo, poco o nada se sabe sobre la pensión que sitúan en la calle del Olivar, del populoso barrio de Lavapiés.

Os invitamos a conocer este brillante estudio en el que se analizan acontecimientos a partir de las costumbres decimonónicas y en donde el autor demuestra, una vez más, sus conocimientos sobre Madrid y su interés constante en todo lo relacionado con la vida del insigne escritor.

Haga clic sobre la imagen para acceder al contenido titulado La pensión de Lavapiés en la que dicen vivió Galdós.


https://historia-urbana-madrid.blogspot.com/2020/01/la-pension-de-lavapies-en-la-que-dicen-vivio-galdos.html
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