Transcripción del documento enviado por su autora.
El trabajo de investigación que da título a este artículo fue publicado en la revista Filología (2014), órgano de difusión de las distintas áreas de investigación del Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”, Facultad de Filología y Letras. Universidad de Buenos Aires (UBA).
Su autora, doña Josefina Delgado (Buenos Aires, 1942), gran conocedora y estudiosa de la obra de Don Benito Pérez Galdós, permanece muy vinculada con España por sus raíces y a través de la Cultura; también con el insigne escritor por su participación en Congresos galdosianos y como miembro de
Madrid de Galdós y mundo galdosiano, plataforma dedicada a la investigación de su vida y obra, y la actualidad entorno a su figura.
Además de docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, gestora cultural, editora y escritora, Delgado fue subsecretaria de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (2007-2011); subdirectora de la Biblioteca Nacional (2001-2002) y directora de las Bibliotecas de la Municipalidad de Buenos Aires (1986-1989 / 1996-2000), conformando estos cargos una pequeña porción de su extenso Currículum vitae.
Fruto del diálogo que mantengo con Josefina a través de Madrid de Galdós y mundo galdosiano, y de la correspondencia personal que intercambiamos, recibí este trabajo el pasado mes de noviembre y solicité su autorización para publicarlo. El análisis que presenta, exquisito en su narración y excelente en su contenido, viene a mostrar sus conocimientos sobre las fórmulas narrativas de Galdós y la constante confrontación de este con el orden establecido en una sociedad encorsetada, burguesa e hipócrita.
Josefina Delgado, como lo hiciera Germán Gullón, acerca las posturas narrativas de Henry James a las de Pérez Galdós, atendiendo a la conciencia y los aspectos psicológicos de las personas más allá de la falsa moral asociada al adulterio.
Es mi intención ofrecerlo al público general, y a los estudiosos y entusiastas de la vida y obra de Don Benito Pérez Galdós, como texto enriquecedor del constante descubrimiento y conocimiento de su persona a través de su obra.
Eduardo Valero García
El odio al orden en las novelas La incógnita y Realidad, de Benito Pérez Galdós
Josefina Delgado (2013)
Resumen
La secuencia de las novelas de Pérez Galdós La incógnita, Realidad (novela) y Realidad
(pieza teatral) revela mecanismos que pueden ser encuadrados en la génesis
del texto literario. Escritas entre 1887 y 1888, las dos novelas plantean el terma de la
reescritura, y el odio al orden, que atraviesa las tres piezas, se convierte en su principio
constructivo.
Abstract
The sequence of the works of Benito Pérez Galdós La incógnita, Realidad (novel) and
Realidad (theatrical work) reveals mechanisms that can be framed in the genesis of
the literary text. Written between 1887 and 1888, these two novels raise the topic of
rewriting, and the hate towards orderliness, which spans the three texts, becomes its
constructive principle.
El odio al orden es uno de los motivos más frecuentes en las novelas de Pérez Galdós. Se
entiende orden como la coacción que la sociedad ejerce sobre sus integrantes para garantizar
la perpetuación del sistema social. En novelas como Fortunata y Jacinta, Nazarín o
Tristana, aparece, con matices, en algunos de sus personajes, como la imposibilidad de
sujetarse a una pragmática de lo cotidiano que exige sacrificar los deseos personales. En
otras, como Lo prohibido, La familia de León Roch o Doña Perfecta, se muestra claramente
como la tensión entre los que defienden lo establecido y sus oponentes, a los que llevan
finalmente a una vida de restricción completa. Pero el odio al orden adquiere en las
novelas La incógnita y Realidad una funcionalidad estructural, ya que se convierte en
el principio constructivo de estas dos versiones de un mismo acontecimiento. Escritas
entre 1887 y 1888, las dos novelas plantean el tema de la reescritura, ya que se trata, en
el caso de La incógnita, de una novela epistolar, y en el caso de Realidad, de una novela
dialogada, empeño al que se abocó Pérez Galdós promediada ya su obra narrativa y que
sería en cierto modo un ejercicio de transición hacia el teatro de sus últimos tiempos. En
Realidad, algunas acciones se modifican, y en todo caso, para quien lea las dos novelas
en su orden de composición, queda la posibilidad de preguntarse cuál es la verdad
completa, o si las variantes no se deben a los puntos de vista elegidos.
La incógnita y Realidad muestran claramente el andamiaje visible de una estructura de relaciones
sociales. En ambos casos, el núcleo temático del adulterio y la traición se encuentra
sobrecargado por las técnicas del contraste con la información que se trasmite de boca en
boca y con todas las variantes de la opinión pública. Magistralmente, Galdós configura
un equilibrio artístico entre los motivos del crimen de la calle del Baño, que ninguno de
sus personajes puede resolver, y la muerte de Federico Viera, el amigo de todos, el “buen
muchacho” que vive por encima de sus posibilidades pero que nunca pide ni se rebaja a
mostrar sus dificultades personales, y en ello reconocen los otros su dignidad.
En la fecha en que se escriben estas novelas, existe en España una burguesía social que va
siendo conformada por el ascendente capitalismo. La riqueza de Tomás Orozco es producto
de la habilidad financiera de su padre, a quien hereda, y él no hace nada por acrecentar
esa riqueza. Como en Torquemada, aunque en mucha menor medida, la riqueza de Orozco
alcanza para una buena vida, para el lujo de casa abierta a los amigos, y para que Augusta,
su esposa, una mujer hermosa y joven que no entiende la santidad de su marido, vista con
trajes de moda y gran refinamiento. Ya en la última novela del ciclo de Torquemada, Torquemada
y San Pedro, aparece nuevamente Augusta como invitada al palacio de las Gravelinas,
donde los nuevos ricos se han instalado y lucen la pintura medieval comprada a su padre,
Cisneros. Esta transparente relación entre el dinero, el poder y las relaciones sentimentales
tiene en la novela europea del XIX un exponente cercano por su planteo a Galdós. Se trata
de Henry James, quien, en novelas como The Golden Bowl, toma el tema del ocultamiento
de relaciones adúlteras como una cobertura del valor fetichista del dinero en la sociedad
burguesa. La diferencia entre James y otros escritores decimonónicos consiste en que su
análisis engloba los procedimientos narrativos a la vez que su análisis social. Si las novelas
de Balzac o Zola sirven a un mensaje moral, social y político, en las de Galdós, como en las
de James, se analiza con más atención la conciencia y la psicología individuales. Ello da como
consecuencia, en este caso, lo que podría llamarse dos novelas de adulterio, pero como en
otras oportunidades, en ellas –tal como lo propone Stephen Gilman (1985)– Galdós plantea
su diálogo con las ideas dominantes a partir de sus personajes y sus acciones.
Si en las novelas de adulterio del siglo XIX (Madame Bovary, Ana Karenina, Effie Briest)
el castigo termina con toda aspiración femenina de ruptura del orden, en Galdós
observamos una verdadera subversión de las ideas dominantes: Fortunata triunfa
con sus teorías sobre el verdadero amor y el derecho, y Augusta, la protagonista de
las dos novelas que nos ocupan, no recibe directamente el castigo, sino a través de
su amante Federico, gran amigo del marido y verdadera conciencia en caos, que solo
alcanza a resolver por la muerte el conflicto en el que se debate.
Esta subversión planteada por Galdós y subrayada por Gilman lleva a un planteo
oblicuo, esquivo, en el cual la libertad de Augusta y su empeño en mantener su relación
con el amante y aun ayudarlo con el dinero del marido tienen que ver con una falta
de conciencia moral que Federico marca en cierto momento como la falta de respeto
a la “dignidad del varón”. Es decir que, finalmente –y esto se ve con mayor claridad
en Realidad, donde el diálogo fantástico entre Federico y la Sombra de Tomás y luego
entre Tomás y la Imagen de Federico ya muerto plantea, a diferencia de La incógnita,
el diálogo entre los dos varones–, el verdadero núcleo no es el adulterio sino que aquí
Galdós da una vuelta y plantea la traición al amigo, al hombre generoso al que casi
todos reconocen como un Santo.
Pero aquella “opinión pública”(1) a la que Galdós acude como una manera de relativizar
las verdades ofrecidas como sospecha en un caso y como realidad en otro cambia
en sus versiones la esencia de Tomás Orozco y ofrece la posibilidad de juzgarlo de
otra manera: ya no sería un hombre generoso sino un egoísta de los que no saben
amar y por lo tanto se sumen en un delirio casi místico, al que Augusta verá como un
tic, como una forma de la locura a la que llama “parálisis general”.(2)
(1) “Allí se desmenuzan las cuestiones
que van saliendo, traídas por la
prensa, o por ese otro periodismo
hablado sotto voce que no se atreve
a expresarse en letras de molde.
Hay noches benignas en que las
hachas sólo despuntan las ramas,
pero otras, querido Equis, caen con
estruendo y furia los troncos más
robustos. Creerías que están todos
poseídos de un vértigo ecualitario,
de un furor terrorista y guillotinante,
ansiosos de establecer para los
casos de moral el nivel del suelo
raso. Durante varias noches se trató
del crimen misterioso de la calle
del Baño (habrás leído algo de esto
en la prensa), y excuso decirte que
prevaleció con gran lujo de fundamentos
lógicos la popular especie
de que influencias altísimas aseguraron
la impunidad de los asesinos”
(Pérez Galdós, 1942a: 740).
(2) “Augusta.- [...] Pues bien, eso que
parece una exaltación de bondad,
ni es sino locura, hijo mío, locura,
que no se manifiesta aun ante el
mundo, pero que en la intimidad de
la vida doméstica resulta bastante
clara para que yo la comprenda y la
deplore. No lo dudes, Tomás tiene
un principio de parálisis general. Con
sana razón, no puede existir virtud
semejante...” (Pérez Galdós, 1942b).
Esta maestría de Galdós para crear ambigüedad es una forma de mostrar su orientación
hacia la novela moderna. Cabe preguntarse si este principio constructivo del
odio al orden pertenece a la categoría de motivación explícita, o forma parte de las
motivaciones profundas de la trama. Probablemente, Galdós lo apuntó como uno de
los temas a desarrollar y luego fue disponiéndolo como elemento constitutivo de los
distintos personajes, ya que aparece en ellos con distintos valores: en Cisneros, como
postura social que lo distingue de los otros y le permite mantener una autonomía
personal muy grande;(3) en Federico, como una forma de enfrentamiento con el padre,
que se acentúa en la reescritura de Realidad; en Manolo Infante, en La incógnita, como
la filosofía del niño rico y holgazán que se dedica a la política a falta de algo mejor
que hacer; en Tomás Orozco, como la posible raíz de su búsqueda de perfección y su
cuestionamiento de valores sociales falsos, más visible en Realidad,(4) y finalmente en
Augusta, como el grito de rebeldía de la mujer reducida a personaje secundario en
una sociedad de hombres.(5)
(3) “Que esas cuadrillas de vividores
que se llaman partidos y grupos
se dividan cada vez más; que los
gobiernos sean semanales, y tengamos
jaleos y trapisondas un día sí y
otro también. Esta movilidad, este
vértigo encierran un gran principio
educativo, y el país va sacando de la
confusión el orden, de lo negativo
la afirmación y de los disparates la
verdad. Yo, que siento en mí este
prurito de la raza, me alegro cuando
sopla aires de crisis, y aunque no
la haya digo y sostengo que la hay
o que debe haberla...para que
corra...” (Pérez Galdós, 1942a: 717)
(4) “Orozco. — [...] Hija de mi alma,
sería insoportable este plantón de
la vida terrestre, si no se permitiera
uno, de vez en cuando, la humorada
de hacer algo diferente de las
acciones comunes y vulgares. El papel
de comparsa no me ha gustado
nunca” (Pérez Galdós, 1942b: 875).
(5) “Augusta. — (Para sí.) [...] Declaro
que hay dentro de mí, allá en una de
las cuevas más escondidas del alma
una tendencia a enamorarme de
lo que no es común ni regular. Las
personas más allegadas a mí ignoran
esta querencia mía, porque la educación
me ha enseñado a disimularla.
pues sí, tengo antipatía al orden pacífico
del vivir, a la corrección, a esto
mismo que llamamos comodidades.
[...] Este compás social, esta prohibición
estúpida del más allá me hace a
mí maldita gracia. Y lo peor es que la
educación puritana y meticulosa nos
amolda a esta vida, desfigurándonos,
lo mismo que el corsé nos desfigura
el cuerpo. [...] Tener un secreto, burlar
a la sociedad, que en todo quiere
entrometerse, es un recurso de
nuestras almas con corsé, oprimidas,
fajadas” (Pérez Galdós, 1942b: 833).
Pero lo curioso es que la reescritura cambia las afirmaciones respecto del odio al orden:
lo que algún personaje dijo en La incógnita aparece en boca de otro en Realidad, y es
sobre todo Augusta la que asume dichos de Cisneros o de Manolo Infante. Habría que
considerar, entonces, si la verdadera motivación ideológica del autor no correspondería
más bien a su cuestionamiento de “la dignidad del varón”, tema que vincula a los dos
personajes masculinos principales y excluye a la mujer como ser asocial.(6) Este es, en
todo caso, también uno de los ejes de su pensamiento, explícito principalmente en
Fortunata y Jacinta, donde la dignidad del varón termina siendo anulada por el trato
formalizado entre las dos protagonistas. El trato aquí, en todo caso, lo explicita Augusta
con gran valor cuando dice de Tomás: “El se merece más, yo le doy lo que puedo. La
equidad es letra muerta en cosas de amor” (Pérez Galdós, 1942b: 852).
(6) “Federico.— [...] La realidad
del hecho en mí la siento; pero
este fenómeno interno, ¿es lo que
vulgarmente llamamos realidad?
[...] ¡Pobre mujer! Alucinada por
el amor, has perdido de vista la ley
de la dignidad, o, al menos, desconoces
en absoluto la dignidad del
varón” (Pérez Galdós, 1942b: 900).
Orden y dignidad terminan siendo la cobertura de la idea de propiedad de la ideología
burguesa, que en España corre hacia su máximo cenit, y se extiende hacia los
sentimientos aunque se la presente con variantes transgresoras. Hay que destacar, al
mismo tiempo, que Galdós utilice al final de La incógnita un recurso que lo asemeja a
Cervantes y a los artistas barrocos: la mirada desde fuera del texto, el reconocimiento
de que este no es más que un artificio, mecánico casi, cuyo producto no pertenece
a nadie y cuyo autor no existe. Que el destinatario de las cartas de Manolo Infante,
el querido Equis, haya metido las cartas de su amigo en el arca de los ajos y allí se
hayan transformado en la novela Realidad no es más que una muestra de la ironía
novelesca de Galdós, que lo muestra como un agudo y reflexivo escritor de fines de
siglo, que mira una sociedad a la que apenas puede reconocer la capacidad de lograr
el armónico desarrollo y la posibilidad de hacer felices a sus miembros.
También es un elemento constructivo de la novela la búsqueda de la verdad, que guía
principalmente a Manolo Infante en La incógnita, y que sostiene ciertas observaciones
en relación con la escritura: la famosa afirmación de que “la idea es la madre de los
hechos” y que hace que Infante interprete lo que ve a la luz de su propia intuición,(7)
forzando a veces de acuerdo con su deseo de conquistar a Augusta algunas de las
posibilidades de los mismos hechos. De acuerdo también con esto, Manolo Infante
declara no aferrarse a las opiniones, persiguiendo la verdad objetiva.(8)
(7) “Mientras los demás
roen el crimen, yo mastico mi
enigma; digo, mío no, de ella,
y trato de dilucidar el arduo
punto de quién será su cómplice”
(Pérez Galdós, 1942a:764).
(8) “Es que yo no me aferro a las
opiniones, ni tengo la estúpida
vanidad de la consecuencia de
juicio. Observo lealmente, rectifico
cuando hay que rectificar, quito
y pongo lo que me manda quitar
y poner la realidad, descubriéndose
por grados, y persigo la
verdad objetiva, sacrificándole
la subjetiva, que suele ser un
falso ídolo fabricado por nuestro
pensamiento para adorarse en
efigie” (Pérez Galdós, 1942a: 142).
En cuanto al tratamiento del decoro femenino, notamos algunas variantes respecto
de novelas anteriores. Cuando en Fortunata y Jacinta Feijóo aconseja a Fortunata que
regrese con Maximiliano y resume la filosofía burguesa respecto de la mujer, está
muy lejos de esta Augusta que se sabe casada con un santo pero que no puede aceptar
una vida matrimonial donde no hay pasión ni deleite físico: “el dogma frío y
teórico de este hombre no me entra” (Pérez Galdós, 1942b: 924). Tampoco Augusta
es la feroz Fortunata, cuyo amor posesivo por Juanito Santa Cruz la lleva a todos los engaños posibles: Augusta siente que la santidad de su marido la autoriza a vivir su
cuerpo en plenitud, pero cuando presencia la escena de la muerte de Federico su vida
se corta en dos y admite ante Manolo –en La incógnita– no haber sido honrada pero
afirma su voluntad de volver a serlo. Y se destaca como personaje porque encarna la
posibilidad de imaginar con total libertad, como en el diálogo sobre las posibles
soluciones al crimen de la calle del Baño, donde se empeña en sostener “no soy sistemática”
o “me carga lo razonable”(9) Galdós no se limita a mostrar este rasgo de la
protagonista como un elemento de su carácter(10) sino que lo lleva fuera de la diégesis
de la novela como una posibilidad de que la imaginación supere(11) no solamente las
limitaciones burguesas sino también “el realismo vulgar de la novela decimonónica”
(Rodríguez Puértolas 1975: 21).
(9) “Augusta. —Yo no soy sistemática;
pero me inclino comúnmente
a admitir lo extraordinario, porque
de este modo me parece que
interpreto mejor la realidad que es
la gran inventora, la artista siempre
fecunda y original siempre. Suelo
rechazar todo lo que solemos
llamar razonable para ocultar la
simpleza que encierra. ¡Ay! los
que se empeñan en amanerar la
vida no lo pueden conseguir. Ella
no se deja, ¿qué se ha de dejar?”
(Pérez Galdós 1942b: 823).
(10) “Augusta. — [...] Pero yo no
busco el interés febriscitante. Es
que sin darme cuenta de ello,
todo lo vulgar me parece falso,
tan alta idea tengo de la realidad...
como artista; ni más ni menos”
(Pérez Galdós 1942b: 24).
(11) “Federico. — [...] Pero no nos
lancemos por sistema a lo novelesco,
ni por huir de un amaneramiento
caigamos en otro, amiga
mía” (Pérez Galdós, 1942b: 24).
Si la frustración personal del autor –aquel inicial amor con su prima Sisita, la hija de
su tío materno y Adriana Tate, una norteamericana liberal que vivió en Canarias y le
enseñó inglés– fue la matriz en la que se gestó su concepción de las relaciones entre
los sexos, nunca podremos afirmarlo con total certeza. Sí, en cambio, que sin duda
Galdós, como dice Alan Smith (1994), “ilusionado y visionario”, confió en que una no
muy lejana aurora histórica descubriera que la vida puede ser vivida con la imaginación
que la idea de la propiedad burguesa no tolera.(12) Para ello, la imaginación sirve
de instrumento taumatúrgico, de revelador iluminado de todo lo que puede esconderse
detrás de una incógnita. La imaginación crea la realidad, la idea es la madre de
los hechos, una solución de corte idealista que, sin embargo, anticipa todas las teorías
según las cuales desde los textos se anticipa una realidad que no puede definirse de
otra manera.
(12) “La Sombra.— Has dicho que
me habías ofendido quitándome
mi mujer. ¿Qué quiere decir eso?
Augusta no es mía. [...] Nadie es de
nadie. La propiedad es un concepto
que se refiere a las cosas; pero
a nada más... Los términos mío y
tuyo no rezan con las personas. [...]
Hemos convenido tú y yo en que se
quedaron allá abajo, en las capas
donde el vulgo rastrea, todos esos
convencionalismos pueriles, y los
aparatos legales que arma la sociedad
por el gusto ridículo de dificultarse
su propia vida” (Pérez Galdós
1942b). Las palabras finales son
dichas por Augusta en La incógnita.
Cuando se habla del realismo del siglo XIX, hay que cuidarse de aquella crítica literaria
que reivindica la mímesis como una condición de este realismo. Nunca como
en estas dos novelas Galdós fuerza la mímesis y critica la verosimilitud. Por ello es
que el final de Realidad, cuando Orozco se ve obligado a definirse en relación con la
muerte de Federico, quita por cierto ambigüedad al desarrollo de la acción, llevándola
a un moralismo incompatible con sus posturas anteriores: “te arrancaste la vida
porque se te hizo imposible colocada entre mi generosidad y mi deshonra” (Pérez
Galdós, 1942b: 927)
Filología /XLIV (2012) ISSN 0071-495x
Fecha de recepción: 21/10/2013. Fecha de aceptación: 15/01/2014.
Bibliografía y Cibergrafía |
Transcripción del documento enviado por su autora en formato pdf. Datos bibliográficos y de ubicación: DELGADO, Josefina, 2014 "El odio al orden en las novelas La incógnita y Realidad, de Benito Pérez Galdós". Filología, publicación del Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”,
Facultad de Filología y Letras. Buenos Aires, Argentina. Editor: Universidad de Buenos Aires (UBA), NUM. 44 (2012), pp. 57/62. ISSN 0071-495x. Copyright de la fotografía:
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.
Todo el contenido de la publicación está protegido por:
En todos los casos cítese la fuente acompañada de los datos bibliográficos: Valero García, E. (2022) "El odio al orden en las novelas La incógnita y Realidad, de Benito Pérez Galdós. Por Josefina Delgado", en https://www.benitopérezgaldós.com/.
• Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación.
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© 2022 Eduardo Valero García