jueves, 18 de abril de 2024

Marta Portal, Ricardo Gullón y la verdad humana

En el proceso de búsqueda para la investigación de algún artículo relacionado con Madrid, siempre aparece algo que desvía mi atención. Si se trata de noticias en las que se cita a Don Benito Pérez Galdós, la atención se convierte en una nueva investigación. 

La vigencia de Galdós es indiscutible, no hay publicación que más allá de 1920 olvide al insigne escritor. Los periódicos le citan, también a su obra; unos con mayor acierto, otros con encubierta inquina, y algunos haciendo de párrafos de sus novelas una herramienta para intereses políticos, desfigurando su esencia verdadera.

En un artículo de 1946, publicado en El Español: semanario político y del espíritu, se menospreciaba así a Echegaray y Don Benito: 
«Ya el año cuatro dábase como año callejero. No se buscó lo mínimo y lo selecto, sino lo gesticulante, destacado y efectista. El viejo Echegaray, no tan viejo aún, había democratizado la escena española llevando hasta ella sus dramones de portería y el canario don Benito Pérez Galdós púsose a mirar la Historia de España desde una pensión de la calle de Carretas, con gorra de albañil y liberalismo de periódico de cinco céntimos».
El mismo año, en Pueblo: Diario del Trabajo Nacional, entrevistaban a Mr. John P. Netherton, autor de Elements of Realism in Three Novels of Galdós: Doña Perfecta, Gloria, La Familia de Léon Roch, que había sido publicado por la University of Chicago, en 1939.


A pesar del gran titular en mayúsculas, el entrevistador evita hacer preguntas mencionando a Galdós y la tesis que se anuncia.

Los hispanistas estadounidenses serán precursores en el estudio de la obra de Pérez Galdós, como el citado Netherton, Pattison, Berkowitz, Kronik y Smith, entre otros. En España el proceso fue más lento.

Alguna idea del pasado, como la nacida en 1928 para un premio literario que llevase el apellido del escritor, se hizo realidad en octubre de 1954 gracias a Colección Júpiter y Danae (Ediciones Rumbos) de Madrid y su promotora, doña Isabel Calvo de Aguilar.

El "Premio Galdós para Novela publicada", dotado con 30.000 pesetas, recibió en su primera convocatoria 64 novelas y autores de prestigio, entre los que figuraban Rafael Narbona, Hernández Mir, Julio Escobar, Montero Galvache, Etheria Artay, Amador Porres y Margarita María Burguete.

El 7 de diciembre, en el Café Comercial se reunió el Jurado. Estaba compuesto por Justo García Morales, Alberto Insúa, Isabel Calvo, el señor Irazábal (editor de la Colección), Julio Angulo, Ángeles Villarta y Lorenzo García Benavente. Al día siguiente se anunciaba el ganador. El premio recayó sobre la novela "Viaje sin retorno", de Rafael Narbona.

En otra ocasión contaré más sobre este premio y del creado en 2020 por la Junta Municipal de Arganzuela bajo la denominación de "Premio Literario Benito Pérez Galdós".

Dicho esto, nos centramos en el asunto que da título al artículo.

El domingo 21 de febrero de 1971, en la columna “Hoy, literatura” del diario mallorquín Baleares (pág. 31) aparecía una fotografía de Benito Pérez Galdós acompañada de un texto escrito por Marta Portal (Asturias, 1930 – Madrid, 2016), periodista, profesora y escritora perteneciente a la Generación del 50. Le seguía una pequeña reseña dedicada a Ricardo Gullón a propósito de su libro “Técnicas de Galdós”, publicado ese año por Taurus. Ambos son reproducidos en este artículo.



El autor reencuentra la realidad
Por Marta Portal

«El autor en busca de sus personajes es una actitud normal, necesaria, casi biológica, en el copiador de realidades. Yo imagino a Galdós por la Plaza Mayor o por la calle de Toledo, bautizando a los transeúntes e inmortalizándoles al “hacerles caso” mentalmente.

Y yo supongo que Cela no se ha sacado a todas las criaturas de su San Camilo de la manga ancha de su imaginación. Además, ahora recuerdo, que sobre alguna de ellas en particular me suministró de palabra datos complementarios e históricos.

El autor busca sus personajes y muchas veces los personajes le salen al encuentro al autor. El procedimiento es legítimo, ya que el escritor da a estos personajes en el arte profundidad de sentido y unas dimensiones que ellos no alcanzan en su vivir. A veces, una mirada, unas palabras, un gesto de alguien que se cruza en nuestro camino despierta la imaginación creadora en busca de los porqués y de los comos. Y sobre la cuartilla, las palabras, pasando de la boca a la mano apretada, van explicándole al autor la mirada, la expresión y la frase interrogantes y pasadas.

¿Son las criaturas literarias reflejos fieles de esos seres de carne y hueso que las inspiraron? En todo caso, el autor, cuando las tiene ya en papel, negro sobre blanco, las cree suyas, las siente propias. Ocurre como con las ficciones de los grandes mitómanos: para serlo tienen —y lo son— que ser ellos los primeros engañados por su mentira.

Además, esos seres que parecen salir al mundo en busca de un autor suelen ser seres momentáneos, a los que no volvemos a tropezar, que no conviven con nosotros, son seres “recordados”. Si viviesen con nosotros, y si les tropezáramos a diario, se cambiarían en otros.

¿Qué siente un escritor cuando “ha recordado” un personaje de la calle, lo ha recreado, le ha dado un pretérito y una trascendencia, lo ha hecho suyo y al tiempo lo reencuentra en carne y hueso? En primer lugar, se ausenta. Como si un fantasma se le acercase. Como si la magia y el misterio se hubieran dado cita ante sus ojos. ¿Es él o no es él? ¿Soy responsable ante él o no lo soy? ¿Tenía yo derecho a haberlo arrancado a su anonimato vital para darle una existencia literaria? Hace meses, Salvador Jiménez, me pidió un cuento breve. Le dije que tenía uno, pero que era más bien un sucedido. “Me vale, mándamelo”.

Y salió en el papel María Milagros (Suplemento dominical de "Arriba", 3, I, 71). María Milagros, en las páginas de hueco, lucía sus ojos lindos, sus dientes ligeramente separados, el flequillo desgajado..., debajo de un letrero, Marina, que aludía a su pensión, pero que era en realidad el albergue que mi mente le brindaba.

Y se me pasó aquella tristeza y aquella oscura discrepancia con las cosas que son como no debieran, porque María Milagros, édita, me llegó a parecer un cuento inventado, una fabulación gratuita de mi imaginación.

Ayer encontré a María Milagros. Me sonrió simpática e inocente —¡claro, no sabe leer!—, me ofreció sus poesías, las que escribe su padre y ella vende. Me reiteró que no sabe leer porque no tiene tiempo, y además tiene buena memoria y no necesita saber leer porque puede recitar las poesías que vende de un tirón, y, a veces, hasta las inventa ella, para que escriba su padre.

Me he sentido mal, me he sentido culpable. ¿De qué? De que María Milagros no sepa leer. De que María Milagros no pueda leer su cuento sobre ella. De que María Milagros y su historia no sean un cuento-cuento. Me aclaró —estaba muy locuaz—, que ganaba mucho dinero. Que más de mil le habían dado cien pesetas (¡No hay duda: María Milagros tampoco sabe sumar!), y le habían dicho: “anda, guapa, sigue tu camino”.

Pero María Milagros ayer, hizo otra cosa: destrozó mi cuento. Porque resulta ser que María Milagros no es un cuento, que María Milagros es verdad, que María Milagros es una crónica amarga».

Este breve texto de Marta Portal, símil del Galdós defensor de la educación para la mujer y crítico de la doble moral, rememora aquellos personajes de Don Benito en la figura de María Milagros, tan real, tan verdadera como la imaginación nos lleve hasta Fortunata, Jacinta, doña Benigna y todo el interesantísimo censo creado por el escritor. Verdaderas, representan —como indica Portal— una crónica amarga, una realidad de siglos que encaja hoy en la variedad de tipos sociales.

El mismo artículo se publicará el 25 de febrero en La Rioja: diario político bajo el título “En carne y hueso” y el día 28 en Mediterráneo: Prensa y Radio del Movimiento, con el mismo título que el aquí publicado. 
En todos los casos, incluso en el dominical de Arriba citado por la autora, llevaban el sello de PYRESA, agencia de información de la cadena de Prensa del Movimiento.

Al texto de Portal le sigue, enmarcado entre publicidades y unos versos de Eliseo Feijoo dedicados al gusano y la mariposa, la entrevista realizada a Ricardo Gullón (Astorga, 1908 – Madrid, 1991) con motivo del lanzamiento de su libro: Técnicas de Galdós.
Gullón define el estilo de Galdós como su forma personal de «entender y expresar la vida». En definitiva, la narración de una realidad que es la vida misma y sus circunstancias.


Técnicas de Galdós, de Ricardo Gullón 

«Según confiesa el propio autor, cuando hace unos años publicó su “Galdós, novelista moderno", el capítulo que pareció más interesante y más útil fue el dedicado a estudiar el lenguaje y la tónica del escritor”. De ahí, y de sucesivos estudios y trabajos, arranca el libro que hoy presentamos.

No parece difícil colegir que la propia iniciativa del trabajo le obliga a mantener, hoy por hoy, dos dimensiones. La primera, como resultado de incidencia, la plantea Gullón en el prólogo: “Entrado el último tercio del siglo XX ¿continúa oponiéndose “sinceridad” artística a retórica o arte de convencer?”.

En estos últimos dos años ha venido desarrollándose en nuestro país una violenta polémica sobre las proporciones en que debe adecuarse la relación vida-literatura: el viejo enfrentamiento entre contenidistas y formalistas; pues bien, esa primera dimensión a que nos referíamos no es sino la forma de postura —a partir del análisis de la técnica literaria de Galdós— de un crítico literario como Gullón que, a lo largo del libro va a esforzarse por reducir a sus justos límites la equivalencia vida-literatura y por estudiar la novela desde su propio contexto, es decir, a sostener que “lo propio de la invención novelesca es llegar a la espontaneidad por el arte y el artificio”. Basándose en cuatro novelas (doña Perfecta, El amigo Manso, La de Bringas y Fortunata y Jacinta) Gullón establece la segunda y medular dimensión del libro (verdadero alarde de análisis en las coordenadas espacio-tiempo de la novelística de Galdós) que puede resumir así: “Entendido el estilo como modo de dar forma a un propósito, la idea de un Galdós sin estilo es insostenible: su manera de dramatizar y de estilizar, su inclinación a establecer contrastes y a oponer actitudes e ideologías le impuso un modo muy suyo de entender y expresar la vida.

La necesidad expresiva estimuló su imaginación hacia la invención de medios adecuados para declarar una realidad esencialmente conflictiva a través de personajes y situaciones". Esta deducción progresiva de necesidades provocadas por la más decisiva, la necesidad de expresarse convirtió a Galdós en uno de los más grandes creadores de la narrativa española. Publica el libro “Taurus" en su colección “Ensayistas de hoy”».

El libro “Galdós, novelista moderno” fue el inicio de una reconsideración crítica para la obra de Galdós. Nueve años más tarde se lanzaba el primer tomo de Anales Galdosianos, de gran relevancia para el estudio de la obra del insigne escritor.


Germán Gullón, «galdosiano de la nueva generación»

La misma editorial había publicado en 1960 su libro “Galdós, novelista moderno”. En 1970 se reedita y aparece en “Guía para leer a Galdós”, artículo publicado por Dámaso Santos en el diario Pueblo del 7 de enero. Santos decía del libro: “… el penetrante estudio de Ricardo Gullón, «Galdós, novelista moderno» dedicado a un «galdosiano de la nueva generación»”.

Así fue, como lo recuerda Germán Gullón, su hijo, en “Galdós, maestro de las letras modernas” (Ediciones Valnera, 2020):

“Tenía cinco años, cuando mi padre Ricardo Gullón me dedicó su emblemático libro, Galdós, novelista moderno, «A Germán, galdosiano de la nueva generación»; el deseo y el cariño expresado en esas palabras marcaron mi destino personal y profesional.”

Todos los galdosianos conocemos la importante trayectoria de Germán Gullón y su constante divulgación de la vida y obra de Don Benito Pérez Galdós. Su último libro, ya citado, es claro ejemplo de los conocimientos sobre la técnica narrativa del escritor en todas sus etapas, desgranadas en las que él define como las cuatro maneras que se corresponden con las etapas creativas de Galdós, desde las novelas de tesis hasta el cenit de su gloria.

Pero si algo más le conecta con los artículos aquí publicados, es el título de la exposición inaugurada en la Biblioteca Nacional de España con motivo del bienio galdosiano: “Benito Pérez Galdós. La verdad humana”. Título apropiadísimo para definir al novelista y su obra, desde donde la realidad humana se percibe tan verdadera como lo es, describiéndola con ese estilo de Galdós que Ricardo Gullón definía como “un modo muy suyo de entender y expresar la vida”. 


Imagen de la vida es la Novela

Todo lo anterior viene a ratificar lo expresado por Galdós en su discurso de ingreso a la Real Academia Española, leído el domingo 7 de febrero de 1897. La sociedad presente como materia novelable es, en palabras del escritor, el estudio de la vida misma a través del “vulgo” como humano modelo, ofreciendo todo cuanto es para la obra artística; siendo, después, su juez.
Así lo intuía Marta Portal de su María Milagros, si esta hubiera sabido leer.

«Imagen de la vida es la Novela, y el arte de componerla estriba en reproducir los caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, lo grande y lo pequeño, las almas y las fisonomías, todo lo espiritual y lo físico que nos constituye y nos rodea, y el lenguaje, que es la marca de raza, y las viviendas, que son el signo de familia, y la vestidura, que diseña los últimos trazos externos de la personalidad: todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de balanza entre la exactitud y la belleza de la reproducción.

Se puede tratar de la Novela de dos maneras: o estudiando la imagen representada por el artista, que es lo mismo que examinar cuantas novelas enriquecen la literatura de uno y otro país, o estudiar la vida misma, de donde el artista saca las ficciones que nos instruyen y embelesan.

La sociedad presente como materia novelable, es el punto sobre el cual me propongo aventurar ante vosotros algunas opiniones. En vez de mirar a los libros y a sus autores inmediatos, miro al autor supremo que los inspira, por no decir que los engendra, y que después de la transmutación que la materia creada sufre en nuestras manos, vuelve a recogerla en las suyas para juzgarla; al autor inicial de la obra artística, el público, la grey humana, a quien no vacilo en llamar vulgo, dando a esta palabra la acepción de muchedumbre alineada en un nivel medio de ideas y sentimientos; al vulgo, sí, materia primera y última de toda labor artística, porque él, como humanidad, nos da las pasiones, los caracteres, el lenguaje, y después, como público, nos pide cuentas de aquellos elementos que nos ofreció para componer con materiales artísticos su propia imagen: de modo que empezando por ser nuestro modelo, acaba por ser nuestro juez».



Bibliografía y Cibergrafía

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En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2021) "Marta Portal, Ricardo Gullón y la verdad humana", en https://www.benitopérezgaldós.com/

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